Un golpe de timón desesperado para frenar el declive

La mañana del martes 22 de septiembre el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, había convocado a todos los ministros para una reunión sobre "cambio climático". En realidad, una excusa para realizar una fuerte arenga, pedir esfuerzos redoblados en plena crisis y bajar un mensaje de unidad en medio de las tensiones internas. De los 23 ministros asistieron 17, y al final del encuentro habían quedado 8 porque se fueron retirando con sigilo. La sesión concluyó con Cafiero visiblemente enojado y la sensación general de que el equipo se encontraba en estado de descomposición.El episodio reflejó el piso más bajo que tocó un gabinete desgastado por la pandemia, sin incentivos ante la imposibilidad de demostrar logros tangibles y que admite una sensación de desorientación.El diagnóstico fue compartido por varios ministros y asumido por Alberto Fernández, a quien sus interlocutores vieron en estos días particularmente cansado y fastidioso. También aislado y sin su habitual ánimo de escucha. Se produjo entonces una secuencia de diálogos cruzados, que incluyeron al Presidente, a Cristina Kirchner, a Sergio Massa y a algunos de los principales funcionarios, en los que se habló de los temas prohibidos: el impacto que está teniendo la crisis sobre la gobernabilidad, los resultados negativos en la lucha contra el coronavirus y, más imperdonable aún para esos protagonistas, la posibilidad de una derrota electoral el próximo año. Después de un prolongado letargo, se encendieron las alarmas.Un vocero autorizado relató el intento de reconstrucción: "Los llamaron a todos después de estas semanas de cortocircuitos y barquinazos para decirles que estaban tensando demasiado las internas, que había falencias de organización y que si no mejoraban la gestión, el declive era inevitable". Incluso en el Instituto Patria hubo una evaluación de la endeblez del Gobierno que los llevó a dar señales de disposición positiva para la tarea de recuperación.Para los kirchneristas asintomáticos, se trató de una admisión implícita de los costos políticos que generó la aventura de los tres camaristas en la Corte Suprema. "Hubo una fuerte discusión interna por ese tema y un consenso en el gabinete de que se trató de un error no forzado e innecesario", admitió uno de ellos. "No sé por qué hicimos lo que hicimos si no teníamos chequeado qué podía responder la Corte", coincidió un ministro cercano al Presidente. Allí le atribuyen a Cristina Kirchner el microemprendimiento para desplazar a...

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