El Gobierno exporta la grieta al mundo

El embajador argentino Daniel Capitanich junto a Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, y Rosario Murillo, vicepresidenta

En 1979, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA visitó la Argentina para recopilar denuncias por las violaciones de los derechos humanos cometidas por la última dictadura. Impulsada por la política exterior del presidente norteamericano Jimmy Carter, la comisión recogió 5580 testimonios de torturas y desapariciones y, por primera vez, puso a la defensiva a la junta militar. Ante el escrutinio internacional, la dictadura pasó de negar las violaciones de los derechos humanos a esgrimir el argumento de la "no intervención en asuntos internos" frente a la novedosa presión externa. El martes pasado, la cancillería argentina volvió a esgrimir el principio de "no intervención en asuntos internos" frente a denuncias por violaciones de los derechos humanos, esta vez en democracia y para justificar su abstención al momento de votar en la OEA una condena a Nicaragua por el arresto de opositores. El giro ideológico que el kirchnerismo imprimió a la política exterior argentina está logrando derribar uno de los pocos principios de Estado que había logrado sostener la democracia argentina desde 1983: la defensa y promoción de los derechos humanos en el mundo.

El gobierno de Joe Biden , principal impulsor de la condena a Nicaragua, expresó luego a través de un vocero del Departamento de Estado: "Nos decepcionó que la Argentina no acompañara a los 26 países que votaron la resolución de la OEA sobre Nicaragua". El mensaje, público y textual, derribó las teorías que sostienen que Estados Unidos acepta que la Argentina mantenga puentes con naciones autoritarias porque quiere preservar al kirchnerismo como un eventual mediador. Es la misma teoría que se esgrimía cuando se evitaba condenar las violaciones de los derechos humanos de Nicolás Maduro , con el argumento de que la Argentina trabajaba en una salida democrática de Venezuela. Lo mismo se repite ahora en el caso de Nicaragua.

El interrogante es si el Gobierno realmente está convencido del argumento o solo lo usa en busca de una justificación, como si creyera que los impulsores de las condenas a las violaciones de los derechos humanos se conforman con un guiño de ojos y la respuesta engatusada: "Tranquilo, lo hago por vos" . En principio, ninguna salida democrática ocurrió por ahora en Venezuela.

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