El Gobierno se comió al Estado

Nestor Kirchner proclamó que la política recuperaba la primacía. Aludía a su decisión de enfrentar los poderes fácticos ("las corporaciones") y reconstruir las capacidades del Estado, luego de una década de "neoliberalismo". No se puede dudar de que el Gobierno ha desarrollado al máximo su capacidad decisionista. Vivimos a los saltos, en un país imprevisible. En cambio, es difícil reconocer en ese decisionismo la reconstrucción del Estado. Más bien parece lo contrario.

Distinguir entre Estado y gobierno es una imprescindible operación analítica. Hoy no es tan difícil, porque el Gobierno, muy concentrado, se confunde con el presidente. El Estado, en cambio, está relacionado y condicionado por múltiples procesos, como la cultura ciudadana o la homogeneidad social, que hacen a la diferencia entre el Leviatán de Hobbes y el Estado que piensa con la sociedad, de Durkheim.

Pero hay aspectos estatales específicos: el marco jurídico e institucional, las agencias públicas y el funcionariado, con su capacidad y su ética profesional. En un Estado virtuoso, esa maquinaria sirve para planificar las políticas gubernamentales, prever sus consecuencias, evaluar sus resultados. Todo ello implica una limitación al decisionismo o a la primacía de la política. A la vez, un Estado deteriorado estimula el uso de golpes de voluntad política, para sustituir las falencias de los instrumentos normales.

¿Que ha ocurrido con el Estado argentino? Es posible distinguir dos grandes etapas, separadas por la cesura de 1976. En la primera, la Argentina tuvo un Estado potente, con capacidad para formular proyectos de largo plazo. Desde fines del siglo XIX, organizó la sociedad mediante grandes políticas, como la educativa o la de nacionalización. Progresivamente los intereses sociales se fueron organizando y comenzaron a hacer oír su voz: trabajadores, chacareros, estudiantes, médicos e industriales reclamaron tanto reivindicaciones como reglas de juego. El Estado creció legislando, creando agencias y funcionariados especializados. Desde 1930 comenzó a intervenir en la economía, regulando las grandes variables y facilitando la negociación entre los intereses. El impulso continuó, y en la segunda posguerra el Estado dirigista promovió distintas actividades y se hizo cargo del bienestar social.

Por el camino de la promoción, el Estado adjudicó franquicias, probablemente necesarias para consolidar el interés general, pero que gradualmente derivaron hacia los privilegios, y...

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