Gobernar es poblar... bien

Desde sus orígenes, nuestro país vive debatiendo su demografía y orden territorial. Hemos fracasado. Nadie sostiene como bueno que en un país relativamente despoblado deban convivir metrópolis ingobernables con espacios desiertos. El país actual es el resultado de dos grandes "momentos" demográficos, asociados al ciclo agroexportador y a la industrialización sustitutiva.

Durante el primero, la decisión de vincular la pampa húmeda a la economía mundial impulsó la generación de un soporte infraestructural que agregó ventajas económicas a las naturales. Así, Buenos Aires se convirtió en el centro de servicios de una zona de importancia global creciente.

Cerrado el ciclo agroexportador, la Argentina vivió unos 60 años de "industrialización sustitutiva". Dos factores se conjugaron para profundizar la concentración metropolitana: a) la lógica de la "economía de aglomeración", relevante en la economía industrial, y b) que el grueso de las políticas promocionales se llevaron adelante sin una "reflexión territorial explícita", transformado a las zonas más pobladas en espacios complejos y atractivos a la vez.

En ambos períodos, la Argentina recepta inmigración de un modo sustancial y la tempranamente débil tasa de natalidad es suplida por el aporte inmigratorio.

Hoy los problemas de gobernabilidad metropolitana, el tránsito planetario a una economía de nuevo cuño y el contexto demográfico global reclaman colocar este tema en la agenda pública. Nuestro particular desafío, un país casi vacío y una metrópolis tan "condicionante", coexiste con un mundo ávido de espacios.

Existen restricciones conceptuales para llevar adelante un modelo más sensato de ocupación del territorio. La primera es identificar esta cuestión como una tensión entre "ciudad y campo". Si logramos revertir la macrocefalia, será porque ciudades distintas a Buenos Aires, Rosario o Córdoba adquieren un dinamismo marcado y logran crecer sostenidamente por encima del promedio nacional. Es decir, la alternativa es que nuestras ciudades medianas y pequeñas puedan resultar atractivas y contribuir a la competitividad de su entorno. Para eso hay que romper el mito de la "ociosidad" de las ciudades. Incluso, para el crecimiento de nuestro potencial agrario se requiere la existencia de nodos logísticos próximos, servicios profesionales, centros de provisión y reparación de máquinas, laboratorios de investigación y otras actividades urbanas. Lo dicho no significa relegar el campo, sino...

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