El garantismo lumpen

Es difícil decir si el Vatayón Militante es peor como señal de lo que el Gobierno hace en el terreno de la seguridad o como paso adelante en su esfuerzo por partidizar el Estado.

En el primer caso, se inscribe en la saga de despropósitos que jalonan una larga historia de ineficaz lucha contra el delito. Que empezó con la adhesión acrítica y oportunista a las leyes propuestas por el ingeniero Blumberg -algo que conviene recordar para no cargar las tintas excesivamente sobre el componente ideológico de estos fracasos oficiales-, siguió con la definición de la inseguridad como "sensación" y derivó hace poco en la sórdida idea de hacer de esta gravitante preocupación ciudadana una excusa más en la guerra contra Macri, Scioli y demás enemigos políticos.

En el segundo terreno indica un grave avance en el también prolongado proceso de colonización de instituciones públicas por parte del kirchnerismo, particularmente grave pues afecta las fuerzas de seguridad, un componente decisivo del funcionamiento de todo Estado y del pacto que lo une imparcialmente con todos los ciudadanos. En este sentido, el problema no sería sólo ni principalmente lo que hacen el ex Callejeros Eduardo Vázquez, el barra Favale y otros acusados o condenados por crímenes violentos fuera de los penales, sino lo que hace Víctor Hortel, jefe tanto del Servicio Penitenciario como del Vatayón, dentro de ellos.

Los dos problemas, claro, están conectados entre sí. El escándalo del Vatayón me recordó la advertencia que les hizo un periodista a figuras del movimiento de derechos humanos, bien al comienzo del kirchnerismo: debían aprender del triste final de los economistas liberales por haberse enamorado de Menem, para evitar que sus nobles ideas y la causa por la que habían peleado terminaran fagocitadas por las necesidades políticas de un gobierno oportunista. Aunque viendo lo entusiastas que se muestran casi todas esas figuras con la proliferación de militantes en las instituciones del Estado, la monopolización del discurso de los derechos por parte del Gobierno y la consecuente negación de derechos a sus adversarios, se entiende que no hayan prestado oídos a esas advertencias.

El Vatayón nos pone, así, frente a una contradicción que se ha ido volviendo más y más patente: si bien es cierto que el kirchnerismo ha tenido y aún tiene una agenda de ampliación de derechos que en algunos terrenos -el de las víctimas de la última dictadura, el matrimonio igualitario y unos pocos más- ha...

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