Gangas navideñas y otros timos kirchneristas

Este martes navideño, al calor del consumo y la euforia, se anunciaba cada hora por los altoparlantes del shopping un descuento espectacular y, por lo tanto, imperdible, y una marea humana se abalanzaba entonces sobre el local, lo inundaba y ponía a los empleados en verdaderos apuros. Un amigo, arrastrado por esa marabunta, escuchó de casualidad la conversación que susurraban dos de ellos, mientras armaban los paquetes con cintas doradas y rojas. Sonreían de costado, no salían de su perplejidad. Habían aumentado esa mañana un 40% el precio de los productos y ofrecían esa misma tarde un 40% de rebaja. Parecía un timo de Nueve reinas, pero la ficción funcionaba porque los clientes estaban dispuestos a creerla, y porque como en el juego sucio del as de oro, hoy la gracia consiste en sacarse de encima cuanto antes esos billetes que por inflación galopante cada vez valen menos.

El Gobierno acababa de anunciar un logro heroico: la baja del 5% en los combustibles. Se olvidó de contabilizar, por supuesto, que en los últimos meses habían aumentado un 55%. Fue una jornada intensa: Aníbal Fernández desmintió al presidente del Banco Central y aclaró que no puede levantarse el cepo, sencillamente, porque el cepo no existe. Es el mismo truco por el que se ha dicho que a la Argentina no le interesa salir del default, dado que nunca cayó en él. Malabarismos de palabra, prestidigitación de mago pobre: nada por aquí, nada por allá. Acá está y acá no estuvo nunca. Por la noche, Daniel Scioli, convertido en nuestro Santa Claus anaranjado, sacaba pecho: "No hubo ninguna alteración en el orden público, cuando otros auguraban lo contrario". Se refería a los saqueos más anunciados de la historia, que fueron exclusivamente augurados por el propio gobierno nacional. Una y otra vez, de manera machacona, los funcionarios trataron de exorcizar los demonios más temidos y de curarse en salud, mientras repartían guita a diestro y siniestro entre los que verdaderamente se sacaron el Gordo de Navidad: los punteros, esos buenos muchachos de siempre.

Así va terminando el año de la devaluación, el default, el 37% de inflación, la pérdida de 650.000 puestos de trabajo, la parálisis de la industria, la indiferencia de los inversores, la sequía de las economías regionales, la crisis de los holdouts, el auge de la narcopolítica y el aislamiento internacional. Los timadores del aparato mediático oficial podrán, sin embargo, hacerle eco a la jefa de Balcarce 50 y reírse de las...

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