Gane quien gane

La ciudadanía marchará hoy a las urnas para elegir democráticamente a sus futuras autoridades nacionales en un acto tras el cual no habrá margen para una transición caótica hasta el 10 de diciembre, sea quien sea el elegido para gobernar por los próximos cuatro años, o aun en el caso de que hubiera que recurrir a un ballottage. Tan importante como el orden y la transparencia con que se desarrollen los comicios será que unos y otros den el ejemplo y sienten, desde esta misma noche, las bases para una relación madura entre oficialismo y oposición.En países como el nuestro, en donde muchas veces las instituciones hacen las veces de meros tópicos y las normas parecen haber sido hechas para no cumplirse en tiempo y forma, nunca ha resultado fácil timonear una transición de manera ordenada. Lo que en latitudes más civilizadas desde el punto de vista político se cumple sin que nada se disloque, entre nosotros se convierte casi siempre en una carrera cuesta arriba. En los llamados países del Primer Mundo, la despedida de un gobierno -más allá de su coloratura ideológica- y su reemplazo por otro no generan grietas ni tienen efectos deletéreos sobre el tipo de cambio y la economía en general. Como los principios republicanos acreditan una solidez a toda prueba, los recambios gubernamentales resultan simples trámites. En la Argentina, en cambio, las cosas suceden al revés. Lo que en teoría debería ser un reemplazo -cuando el oficialismo de turno pierde- se transforma, en la práctica, en la prolongación sine die de una contienda.Aunque no deberíamos esperar hechos de violencia capaces de ensombrecer el acto comicial -lo cual sería un dato auspicioso por donde se lo analice-, existe cierto temor de que desde mañana, cualquiera sea el resultado de las elecciones presidenciales, los dos principales candidatos elijan seguir caminos separados, manteniéndose, uno respecto del otro, a distancia, como si fuesen enemigos. La forma como Mauricio Macri y Alberto Fernández han acentuado sus disidencias en el curso de la campaña que los tiene como protagonistas principales y el pico de tensión que se vivió el domingo pasado, en oportunidad del segundo debate televisado, cuando ambos se increparon destempladamente detrás de las cámaras, no parecerían augurar lo mejor.Si la situación general del país fuera distinta y en lugar de la crisis que sobrellevamos nos halláramos a cubierto de toda inclemencia económica o social, la falta de diálogo entre los candidatos no...

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