Y el ganador es...

LOS ANGELES.- A la hora de imaginar lo que puede pasar esta noche en la gran fiesta anual de Hollywood, el único pronóstico certero y casi indiscutible que inquieta por aquí a todos es el del tiempo. Después de una larga abstinencia, todo indica que hoy por fin lloverá en la capital del entretenimiento y los invitados a la gala número 87 de la historia del Oscar deberán ingeniárselas para preservar sus exclusivos atuendos, preparados con esmero durante tanto tiempo, de las incomodidades del clima.

El resto de los augurios, vaticinios y pálpitos en el reparto del máximo galardón de Hollywood se distribuye esta vez entre algunas certezas y unas cuantas dudas. Esos interrogantes, que persistirán hasta último momento en varios de los rubros competitivos más importantes, marcan a fuego una de las temporadas de mayor incertidumbre en la materia de los últimos años. La incertidumbre incluye las dos categorías en las que compiten argentinos (film extranjero y guión original) y se extiende nada menos que a la definición sobre quién se alzará con los Oscar a mejor película, mejor director y mejor actor protagónico.

Nuestros compatriotas nominados viven las horas previas con una mezcla de cautela y fundado optimismo (ver aparte) al saber que no parten como favoritos, pero saben al mismo tiempo que voces muy expertas les indican que hay razones para confiar. Para el caso de la mejor película, en cambio, ni siquiera existe esa posibilidad. Todo se reduce a una definición mano a mano entre una película que arrancó como indiscutida candidata (Boyhood) y otra que en los últimos tiempos, a favor de sus resonantes triunfos en los premios que otorgan actores, productores y directores, parece disfrutar esta chance tardía como definitiva (Birdman).

Hoy, la película de Alejandro González Iñárritu se encamina hacia un doble triunfo (película y director) a favor del visible compromiso del universo de los votantes del Oscar con la forma y el contenido de esa obra. La destreza del realizador mexicano para contar una historia tan cara al sentimiento de Hollywood (los devaneos de un actor que quiere regresar a los primeros planos, condicionado por un pasado de estrella que lo atormenta y no lo abandona) con el desafío de hacerlo mediante un aparentemente único plano secuencia parece hoy suficiente para derrotar al hasta ayer casi invencible Richard Linklater, dueño de otra proeza: la de filmar a lo largo de 12 años a un grupo de actores para pensar de otra manera...

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