Gallardo, una leyenda que adora el peligro

River era un equipo de autor, fácilmente distinguible. El despliegue de fervor e inteligencia ofreció pasajes apabullantes en la primera etapa bajo el mando de . Luego perdió frescura y encanto; el martilleo le ganó a la poesía, pero nunca abandonó una frenética personalidad colectiva. River traspapeló el estilo, el encanto, la seducción..., pero jamás pierde el colmillo.

River necesitaba un zamarreo urgente después de perder con Boca. Rocoso, pragmático, hace tiempo que descuidó el fanatismo por una idea. Pero jamás hay que subestimarlo, Gallardo le enseñó a vivir en guardia. Aún repleto de errores y fragilidades, sus señas personales lo retratan sagaz y desconfiado. Si River se mira en el espejo ya no se reconoce. Espía el 2014 y en nada se parece al fantástico campeón de la Copa Sudamericana. Se zambulle en la ruta hacia la consagración en la Copa Libertadores de 2015 y poco guarda del aquella propuesta prepotente. Pero nada detiene la cosecha de títulos.

El líder, ese hombre que está sin arnés ante la cornisa, necesita acertar con frecuencia. Y Gallardo agitó el vestuario. El hombre que anoche sumó su sexto título, que le entregó al club otra copa inédita, ahora la Argentina, mientras que antes fueron la Sudamericana, la Recopa Sudamericana y la Suruga Bank. El hombre que se anima a sentarse en la mesa de Labruna y Ramón Díaz. River ya no juega bien, pero el técnico contagia superación y lo siguen. El equipo nada tiene de pereza...

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