Un futuro incierto detrás de un presente complejo

Una tensión nueva y casi imperceptible apareció en el Gobierno. Es la que separa a los funcionarios con la esperanza de un destino político y los que carecen de ella. La distancia que existe entre los que pueden pensar en la política y los que deberán imaginar un futuro rodeado de jueces. La propia está entre los que saben que les aguarda el tránsito por el desierto político. A esa impaciencia presidencial se le agregó ayer la primera decisión de la Justicia, que ordenó investigar su gestión por el acuerdo con la petrolera Chevron. Esta inquietud entre los que se van y los que podrían no irse del todo, que se agravará con el correr de los meses, explica algunas cosas de los últimos días. La crispada respuesta presidencial al documento del Episcopado argentino, por ejemplo. O la permanente irritación del ministro de Economía, , en su relación con periodistas y empresarios."Nada", dice la Presidenta cuando algún funcionario le pregunta qué hará después del poder. Muy pocos creen, sin embargo, que ella se dedicará a cultivar rosas en El Calafate. Pero, ¿cómo será ese destino sin el poder y sin la parafernalia de ayudantes que la acompaña desde hace, por lo menos, 20 años? Esta es la pregunta que ella no se había hecho nunca, hasta que empezó a hacerla, sólo cuando está frente el espejo. La necesidad de tener cierta certeza sobre el futuro, imposible de conseguir por naturaleza, es lo que la empuja a tratar de acomodar los tiempos por venir y a descuidar el complicado presente. Ese futuro inasible estuvo en la reorganización del Partido Justicialista o en la decisión de presionar al Senado para que apruebe, aunque sea de mala manera, los candidatos a conjueces de la Corte Suprema.En su tenso diálogo con la periodista Natasha Niebieskikwiat, delante de , Cristina le quitó relevancia a La Cámpora y señaló que algunos de sus militantes son "dirigentes del Partido Justicialista". No habló del Frente para la Victoria. Es un regreso a las fuentes. La explicación más extendida en el kirchnerismo es que la necesidad de contener a la mayor cantidad de peronistas imponía la obligación de cambiar el envase. Gobernadores, legisladores, intendentes y sindicatos se sienten más cómodos en el ecuménico Partido Justicialista que en el kirchnerista Frente para la Victoria. Cristina quiere irse con el control del partido de los peronistas y no sólo con la conquista más fácil, que es la organización que creó su esposo.En ese giro significativo están enrolados también...

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