Futuro incierto para una central a carbón, símbolo del relato kirchnerista

El 4 de septiembre del año pasado había mucho viento en Río Turbio, tanto que la entonces presidenta sobrevoló varias veces la pista antes de poder aterrizar. Pero lo hizo gracias a la pericia del piloto presidencial.

Salía vapor de la chimenea principal de la central térmica a carbón ubicada a pocos metros de la mina. La ilusión generadora estuvo encendida 20 días, todo lo que duró el carbón; desde entonces, aquel elefante blanco en el que se invirtieron unos 700 millones de dólares se debate sin rumbo cierto. Nadie sabe si se terminará o no la obra de la central, pese a estar en un 93% de ejecución. Tampoco se conoce quién la operará y menos aun si alguna vez el carbón de la mina estará disponible para que las calderas quemen y empiece así el proceso de generación de energía. No hay obreros y sólo se hacen algunas tareas de mantenimiento. La deuda se acumula, y los interrogantes, también.

La historia de la puesta en marcha y posterior paralización de la central térmica que construyó la española Isolux es una muestra del imperio del relato por sobre los tiempos de la ingeniería. Fue en agosto de 2015 cuando Roberto Baratta, entonces subsecretario de Coordinación del Ministerio de Planificación Federal, dio la orden. Había que encender como fuese una caldera para que Cristina Kirchner la inaugurara en la campaña presidencial. El imperativo llegó a Isolux, y desde la empresa le dijeron que la obra no estaba terminada y que sólo tenían presupuestada una puesta en marcha para las dos turbinas. Se corrían varios riesgos si se aceleraban los plazos. "O la prenden o les cortamos todos los pagos", respondió el gobierno de entonces. La prendieron.

Alrededor de 100 técnicos, entre los que aportó la empresa española y los de la alemana Siemens, fabricante de las turbinas, llegaron de todas partes del mundo para satisfacer los pedidos de Baratta. La puesta en marcha es uno de los momentos más complejos en la construcción de una central térmica y de ahí la movilización de profesionales. Requiere precisión de relojero.

Exótica puesta en escena

A principios de septiembre, la comitiva comandada por Baratta llegó a Río Turbio a ultimar detalles para el acto de la jefa. Fue una convivencia compleja entre técnicos, constructores y funcionarios apurados por las urgencias. Entre los viajeros estaba José María Olazagasti, ex secretario privado de De Vido, que por entonces ya reportaba como espía en la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). Sus tareas no le...

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