Los futbolistas están enfermos

El vértigo domina al fútbol argentino. En la cancha, en los escritorios, en las tribunas, en las redacciones de los diarios. Todos confluyen en campeonatos histéricos y hasta sádicos. Una de las consecuencias de la presión por ganar es que pone a prueba el sentido de moral de los jugadores. Entonces aparece lo peor: se acepta la astucia y ese espíritu ventajero que le da espesor al engaño, el victimismo y las infamias. "Queridos jugadores, quisiera recordarles especialmente que, con su modo de comportarse, tanto en el campo como fuera de él, en la vida, son un referente. Aunque no se den cuenta, para tantas personas que los miran con admiración, son un modelo, para bien o para mal. Sean, por tanto, conscientes de esto y den ejemplo de lealtad, respeto y altruismo", les rogó el papa Francisco, en agosto de 2013, en la Sala Clementina del Vaticano. Corderos desobedientes? Demasiados futbolistas no comprenden su dimensión. Y tampoco les importa.

Se mofan y desprecian a través de la redes sociales. Se muelen a patadas, se salivan y se punzan con bajezas morales sobre sus esposas. Fingen, disimulan, teatralizan. No le devuelven la pelota al rival, o lo hacen allá lejos, sobre la línea de fondo para sacar ventaja y asfixiar la salida. Ni caballerosidad ni fair play. Traicionan.

Solidarios ante las cámaras, se acuerdan de Agremiados cuando huelen un beneficio. Desleales, filtran información cuando buscan desestabilizar a un entrenador o ya no soportan a un compañero en el mismo vestuario. Interesados, son más atentos con la prensa que les asegura un canje o algún voucher. Cómplices, obedecen a los...

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