Fuera de los barrios conflictivos, Rosario busca dar una imagen de normalidad

En la zona central de Rosario está el despliegue más importante de fuerzas de seguridad

ROSARIO.- La imagen muestra una especie de herradura, repleta de puntos rojos en los bordes, y en el centro, todo blanco. Es el gráfico de la estadística sobre heridos con armas de fuego, que elabora el Observatorio de Seguridad Pública, que muestra la geografía urbana y social donde golpea la violencia más extrema en Rosario y derrumba mitos de una ciudad tomada por los narcos. De los 481 heridos de bala del primer semestre solo cuatro se produjeron en la zona central, donde sí impacta con dureza la inseguridad más cotidiana, los robos y arrebatos.

Sin embargo, los operativos de seguridad -actualmente hay 8000 efectivos federales y provinciales en Rosario- se concentran en la zona más céntrica, a cuyos habitantes el gobierno santafesino trata de persuadir de que exterioricen su hartazgo, como ocurrió en agosto de 2016, cuando salieron 60.000 personas a la calle bajo el lema Rosario Sangra y se manifestaron contra la administración provincial entonces en manos del fallecido Miguel Lifschitz y los tribunales, luego de que un joven fuese asesinado cuando le intentaron robar su celular.

Rosario es una ciudad fracturara por la violencia. En los barrios más pesados el sonido de las balas es la música cotidiana a toda hora, algo que llegó a naturalizarse. En la zona céntrica es muy poco frecuente que haya tiroteos, pero el ritmo de Rosario perdió hace tiempo esa armonía distendida, como también ocurre en otras ciudades.

Los rosarinos intentan mantener la normalidad pese a las bandas narco

Anteanoche, la zona de Pichincha, donde están concentrados los bares y restaurantes en el centro de la ciudad, estaba repleta de gente, que tomaba cerveza en las mesas diseminadas por vereda. Lucila Álvarez, de 22 años, admitió que su preocupación y la de sus padres se centra en cómo regresar a su casa, en barrio Rucci, en el noroeste de Rosario. A la noche el transporte público, golpeado por una crisis endémica y que se agudizó con la escasa demanda durante la cuarentena, es prácticamente simbólico. "Salir en auto es complicado porque rige la ordenanza de alcohol cero", agregó.

Por una cuestión de seguridad, las jóvenes, en su mayoría usan el servicio She Taxi, que conducen mujeres. Un taxi hasta su casa puede costar $ 1600 ida y vuelta. "Con mis amigas nos organizamos y nos quedamos a dormir en el departamento de una de ellas en el centro porque es difícil regresar a mi...

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