Más que con fuego, están jugando con la democracia

Roque Sáenz Peña fue un patriota; también lo fue su ministro del Interior , el salteño Indalecio Gómez. Contra el viento y la marea de los intereses de su época, entendieron algo tan básico y fundamental como que el "pueblo quiere votar". Y lo hicieron realidad, consagrando el voto universal, secreto y obligatorio. Una verdadera revolución.

Muchos asumieron equivocadamente que era una maniobra artera para perpetuarse en el poder . Algunos hasta creyeron que Gómez estaba urdiendo su candidatura a presidente. Su respuesta para despejar cualquier duda en la interpelación en el Congreso fue contundente: "Sepa la opinión pública que la matriz del gobierno ha quedado definitivamente clausurada para concebir ninguna candidatura oficial, y menos la candidatura del ministro del Interior." Otros tiempos.

La ignorancia de la historia y del derecho conduce al reino de lo insólito . Lo primero que habría que saber es que las leyes electorales son un punto de apoyo medular del sistema republicano. Jurídicamente no son algo para andar manoseando, porque lo que está en juego es la opinión pública, y la democracia es justamente el gobierno de la opinión pública a través de los partidos políticos.

Lo segundo es que un rasgo esencial del régimen electoral es la neutralidad. Esto porque establece el marco para una competencia en igualdad de condiciones, razón por la que no puede cambiarse en medio del proceso: los hechos evidencian que estamos en plena campaña electoral, es por eso que el actual régimen es un derecho adquirido por el proceso electoral, los partidos políticos y la opinión pública. Cambiarlo significaría algo tan burdo y desconcertante como empezar a aplicar reglas del rugby en la mitad de un partido de fútbol.

Lo tercero...

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