La frescura quedó desfigurada por las malas decisiones

No debe haber sido un día feliz en Independiente, por más que muchos hayan descorchado. Pasaron dos años y cuatro meses desde que Javier Cantero asumió la presidencia. Desgastado, sobrepasado por la crisis deportiva y financiera, y angustiado por el sufrimiento de la familia, el dirigente que había revolucionado el fútbol por la frescura, las intenciones sanas y el discurso filoso y directo, renunció ayer. Los que más lo conocen juran que, detrás de los ojos vidriosos de la bronca, hubo un dejo de tranquilidad.La salida de Cantero quedó como un mensaje directo, primero, para el casi 60 por ciento que lo eligió en diciembre de 2011. El voto castigo nunca fue la mejor salida. Aquella vez se sacaron de encima todo lo relacionado con Julio Comparada y, hoy, mucha de su gente figura en el famoso pacto de ayuda económica que nunca termina de firmarse (ver aparte). Y, segundo, para la masa de Independiente, que tendrá que pensar muy bien qué hará en las próximas elecciones. La memoria tiene que ser de largo alcance.Las canas se le expandieron rápido en estos tiempos al hombre de lentes. Trató de mantener el rumbo, aunque, al final, el timón giró en falso y dio tantas vueltas que zumbaron los oídos. Las olas golpearon por todos lados. La victoria en las elecciones sorprendió al propio Cantero. Él agitó la escoba, el símbolo de su campaña, y la gente bramó. Pero la gente cambia. Y los dirigentes, presos de una coyuntura, también.Cantero se hizo fuerte en un tema sensible: la violencia en el fútbol. La quijotesca lucha contra la barra brava marcó el comienzo de su mandato. Se le acercaron todos. Su foto fue la más buscada: con él posaron políticos, artistas y economistas. Si hasta le pidieron autógrafos. En su favor habrá que decir que el verdadero problema de Independiente era financiero. Un poco más atrás, deportivo. Pero ganó mucho crédito y tiempo. Demostró valentía y que valía la pena exponerse. Lo hizo sin fijarse quién se le ponía enfrente: si un individuo con la careta de Frankenstein u otro, de saco y corbata, en los escalones de Viamonte 1366. Le costó caro. Unos lo rodearon, lo amenazaron, incluso, hasta en los últimos tiempos lo obligaron a encerrarse en su casa con su familia. Otros, en la AFA, lo señalaron y lo dejaron solo. Cantero no encuadró por los modos, las formas y la notoriedad que ganó en un pestañeo. Nunca más salió sin custodia.¿Cómo las líneas del cuento terminaron con frases de drama? Por culpa de la pelota, en buena parte, y de unos...

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