La fragua de una alternativa en un año crucial

La brega electoral comenzó hace meses. En las malas democracias gobernar es más bien hacer campaña para el partido oficial y para vencer el próximo round. Es tema de cada gobierno y no de Estado y Nación. Asistimos a la agonía de un ciclo de una dirigencia, oficialista y opositora, que no acierta el camino de las alternativas. Seguimos el tragicómico duelo de una presidenta al borde del ataque de nervios y de un gobernador al límite de lo virilmente soportable. Si logra imponerse en su ingloriosa larga marcha, merecerá la admiración de Talleyrand, maestro de astucia paciente. Si el gobernador retiene más de lo debido su propuesta de "cambio", perderá espacio ante sus seguidores. Si no prolonga su autonomía, podría desatar un desastre económico que le sería atribuido por una crisis que pagará el pueblo provincial. No es inimaginable una reacción emocional de la Presidenta, aunque arriesgue a creerse capaz de mantener ese núcleo electoral decisivo que es la provincia. Son como siameses crecidos no operados a su debido tiempo: no pueden dejar de necesitarse. No podrían no odiarse. Probablemente, esta callada discordia tendrá que definirse. En no más que un trimestre la puja quedará clausurada por la inminencia electoral. El gobernador podría llegar sin fondos, pero triunfante. El unitarismo oficialista contra la Capital Federal, la provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Cruz, intendencias, etc., manifestado en aprietes, se vuelve también en contra de quienes abusan de este ejercicio perverso. Un vasto sector comprende que muchos gobernadores luchan pese a las represalias centralistas.

2012 se cerró como el annus diaboli del autocratismo venusino. Los búmeran lanzados por el obediente politburó retornaron contra la Casa Rosada. Cumplieron la orden del "ir por todo", pero se ve que no se les indicó bien la dirección. En la madre de todas las batallas, el 7D, el clarín no sonó a victoria oficialista. El sindicalismo, espina dorsal del peronismo, comprende que se trata de un fin de ciclo y sostiene otro peronismo. La clase media expresó, con un poder de autoconvocatoria inédito, su hartura ante el estilo de destrato, la criminalidad paralizante y la inflación no reconocida ni controlada. La corrupción encontró su expresión de muerte y repudio en la hecatombe tan anunciada de Once. El cepo paraliza el mercado inmobiliario y la construcción, gran fuente de trabajo en estrepitosa caída. El Poder Judicial fue despertado de su catalepsia por avances...

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