La frágil epopeya del encuentro

Los seres del futuro eligen a un hombre entre la escoria del pasado y le ofrecen vivir en la luminosa armonía de una nueva era. Pero el hombre rechaza la invitación. Prefiere regresar a la prehistoria de su historia; al momento en que, aún siendo niño, conoció ?y amó? a una mujer.Volver a ver La jetée a poco más de un mes que su realizador, Chris Marker, haya dejado este mundo. Descubrir, una vez más, que en ese austero mediometraje realizado en 1962 está dicho todo. Allí están la crueldad del siglo XX, las matanzas masivas, la manipulación de los cuerpos, la vileza de los campos. Y al centro de esa vorágine abyecta, el deseo. Ese agudo instante de eternidad que también se llama amor."Me sentía culpable de ser un hombre, porque los hombres habían construido Auschwitz y Auschwitz había engullido a millones de seres humanos, a muchos amigos personales y a una mujer que estaba cerca de mi corazón", escribía Primo Levi en la misma época en que Marker ensamblaba las prodigiosas imágenes fijas de su film.Poco podían saber el cineasta francés y el escritor italiano que por esos días, imbuido de sus mismas pasmosas, amargas y, aun así, esperanzadas intuiciones, un ignoto profesor de literatura encaraba, frente a su clase del liceo Voltaire de París, una personal cruzada contra el horror. Convencido de que el Mal se escribía con mayúscula, Henri Agel sacrificaba clases de latín para mostrar a sus alumnos (entre los que se contaba el futuro crítico de cine Serge Daney) las crudas imágenes del documental Noche y niebla...

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