El forzado erotismo argentino

En un tramo del diálogo que forma parte del ciclo Conversaciones de Verano en LA NACION y que se conocerá en pocos días más, Daniel Burman contó que en el gigantesco cuartel general que tiene en Brasil la poderosa Rede Globo funcionan nada menos que ocho restaurantes. Y reveló que al más importante y lujoso de todos ellos solamente tienen acceso los más altos ejecutivos de la cadena televisiva y los autores de sus tan conocidas y características ficciones. Toda una definición, agrega Burman, del valor y la importancia que ellos tienen dentro de la estructura de producción y, sobre todo, de la matriz televisiva con la que se identifican Globo y, por extensión, el propio país vecino.

Cada vez que nos encontramos con una telenovela brasileña, los títulos de crédito atribuyen el programa mismo (la idea y el argumento, en los hechos) a un autor. Tal vez por eso lo primero que nos atrae de esta clase de relatos (Avenida Brasil, por ejemplo) es la profundidad, el rigor y el cuidado con que están elaborados todos y cada uno de los pasos de la trama. No hay diálogos interrumpidos de forma abrupta, no hay secuencias enteras libradas al arbitrio de sus actores ni escenas resueltas a las apuradas. Las telenovelas brasileñas son extensas y corales en la máxima expresión televisiva del término, pero las mejores de su tipo nunca resultarán agobiantes, recargadas o sobreentendidas.

Las cosas no tienen por qué funcionar en esta materia de forma semejante en todos los casos. En la Argentina, la idea original o el punto de partida de una historia de ficción pensada para sostener todos los días el horario central de un canal líder pertenece, por lo general, a sus productores. Son ellos los que construyen desde su impronta la identidad de la trama, el perfil de la producción. Es cierto que en Brasil las telenovelas son reconocidas a partir de la cadena que las emite, pero en la memoria y en el compromiso del público siempre quedan asociadas a sus respectivos autores. Aquí, en cambio, hablamos al principio y al final de la tira de Pol-ka o la de Underground.

Dentro de este juego de comparaciones conviene detenerse en un punto, seguramente el más comentado de las escaramuzas cotidianas en la búsqueda del rating que sostienen a diario desde hace dos semanas las producciones más ambiciosas armadas por los canales líderes de la TV abierta local para este comienzo de año: La Leona, por Telefé, y Los ricos no piden permiso, por El Trece. Recurrimos al ejemplo...

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