El filósofo enamorado

A mediados de la década de 1990, escribí, y lamentablemente publiqué, un breve ciclo de poemas, todos muy en el linaje de Alberto Girri, que llevaban de acápite una frase del filósofo Theodor W. Adorno: "Amado serás sólo allí donde puedas mostrarte débil sin provocar la fuerza". Los poemas, felizmente, ya no existen más. O eso espero. Pero la frase -que según descubrí más tarde Adorno reformuló a partir de una idea muy semejante de Marcel Proust- persiste.

La fuerza amorosa, ya sea en su matiz conmiserativo o sentimental, tuvo siempre una gravitación decisiva en el pensamiento adorniano, esto ya desde su tesis temprana sobre Kierkegaard hasta ese testamento que es Teoría estética, pasando por el registro de sus sueños que vio también la luz póstumamente. No tan conocida, aunque tampoco ignorada del todo, es la pasión que lo unió a la actriz Luli von Bodenhaus.

La baronesa Von Bodenhausen, que en realidad se llamaba Julie y era hija de Dora, condesa amiga de Hugo von Hofmannstahl, había nacido en Heidelberg, en 1902, y murió en Nueva York, en julio de 1951. Hacia 1943, cuando había actuado ya en films alemanes y estadounidenses, Luli conoció a Adorno y a Gretel, su mujer, durante los años de exilio del filósofo en California. Trabajaba entonces con Max Horkheimer en lo que terminaría siendo Dialéctica del iluminismo, crítica radical de la razón ilustrada.

La costa oeste era entonces un lugar de mezcla entre la alta cultura europea y la cultura industrial estadounidense. Adorno, que no había notado la presencia de Greta Garbo en una fiesta hollywoodense, se fijó sin embargo especialmente en Luli. Que yo sepa, no se conservan fotos de Luli con Adorno; hay solamente una de él con Ali Baba, el perro afgano de ella. Gracias a Luli, Adorno escribió, en el breve y veloz lapso de cuatro meses, los únicos poemas de su vida.

"Nos conocimos en la «fiesta de reconciliación» que nos ofreció Renée." El apellido de Renée era Nell, y también a ella, según consta en el Theodor W. Adorno Archiv de Fráncfort, le dedicó por lo menos un poema. La llamaba su "amada baudelairiana". Le decía: "Las calles conducen a un océano tranquilo".

Estas efusiones de Adorno no eran inusuales, pero parecen haberse vuelto más intensas en esa época, y no comprendían únicamente la atracción amorosa. Baudelaire, justamente, había observado que, por la dificultad para manifestarse, la admiración se confundía con el amor. En esa misma clave hay que leer la carta que Adorno...

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