Fidel Castro ante la historia

Se ha cumplido, ayer, un mes de la muerte del dictador cubano . Su pretendida revolución terminó siendo un fracaso que postergó al sufrido pueblo de Cuba, que continúa viviendo en el atraso y maniatado por el totalitarismo, sin poder gozar de sus libertades civiles y políticas esenciales. Ese pueblo sufre, además, uno de los niveles de vida más bajos de la región, caracterizado por la proliferación de padecimientos colectivos en materia social y económica, excepto para la privilegiada elite gobernante. Por eso, visitar Cuba y contemplar la realidad después de medio siglo de colectivismo transmite una rara aunque nítida sensación: la de volver a vivir en algún momento de los años 60.

Sus seguidores siguen intentando transformar a Fidel Castro en un mito. Con toda suerte de fábulas y ficciones alegóricas, alejadas de la verdad que con ellas se pretende desfigurar. Lo cierto es que, con violencia sin límites y autoritarismo, Castro impuso un sistema político de partido único dotado de un discurso oficial rígido y conservador que no admitió el disenso ni el debate y que el dictador garantizó mediante la arbitraria supresión de los derechos y garantías individuales a todos quienes no compartían sus postulados.

Para la enorme mayoría de los cubanos, la vida transcurre hoy en la monotonía, lejos de los ideales tempranos de la revolución idealista que encabezó Fidel Castro y que, por lo menos en su momento inicial, predicó engañosamente la libertad y prometió falsamente la participación de todos en la construcción de un bienestar social colectivo que jamás llegó al pueblo de Cuba.

Los pocos logros constantemente invocados por sus seguidores son tan sólo episódicos y no estructurales y cuentan con un cuidadoso esfuerzo de propaganda oficial que los magnifica y exagera escandalosamente. La medicina y la educación son precisamente dos ejemplos de ello, pues cuando se mide efectivamente la calidad de las prestaciones se advierte cuán deficientes son.

El monopolio de la verdad que el régimen edificó en su favor y la falta de flexibilidad ideológica destiñeron a Cuba y le quitaron la clásica creatividad latina. La pintaron en cambio con un aburrido tono gris. Con una cultura postrada, Cuba extravió, poco a poco, hasta el romanticismo que en su momento la caracterizaba.

El abrazo al caducado modelo marxista-leninista, el del colectivismo fracasado en todas las latitudes, sumió a Cuba en una profunda y prolongada precariedad económica y la alejó del camino...

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