Un fantasma de Méliès

El cine es el fantasma de un momento, no la vida en sí misma; el cine es siempre memoria, como la literatura o la historia", ha dicho Manoel de Oliveira. También ha dicho que "la verdadera memoria es la vida y si intentamos reproducirla, la falsificamos". En El extraño caso de Angélica , su último film, una máquina fotográfica (la del protagonista), en su propósito de retener lo efímero, atrapa el fantasma de una mujer muerta de la que el hombre se enamora, así como intenta atrapar un fragmento de la realidad -una forma de trabajo-, que pronto será parte del pasado. Cuando el fantasma de Angélica preso en la foto se materializa para él (el verbo no es el más preciso porque el fantasma es una presencia apenas insinuada, evanescente, no más que una visión traslúcida y etérea), el cineasta portugués evita el artificio de un efecto especial que nos distraería del drama para atender al truco, y recurre a la fantasía ingenua y poética del viejo Méliès: sobre las imágenes en color, Angélica es una vaporosa transparencia en blanco y negro. Oliveira reivindica su adhesión al hombre que abrió el camino de la ficción para el cine, mientras los Lumière lo consagraban a sus postales de la vida real. Los autores del invento no veían para él otro futuro que la atracción de circo; Méliès, en cambio, lo vio como un medio que le permitía avanzar en el terreno de la fantasía e investigó a fondo todas sus posibilidades. "Habría que entregarle un Oscar póstumo -propuso...

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