La fábula de la inclusión

E l relato del oficialismo exhibe un permanente bastardeo de la palabra "inclusión". Pero con frecuencia olvida que la inclusión requiere educación. Es la educación la que brinda las herramientas básicas para que los excluidos puedan valerse por sí mismos, en forma permanente, sin someterse al vasallaje de los punteros políticos o a la sumisión de los planes sociales.

La inclusión se materializa cuando la educación tiene como contrapartida oportunidades genuinas de inserción laboral. Para que la inclusión sea verdadera, debe sustentarse en un proyecto que se sostenga en el tiempo. Que no dependa de una cosecha de soja, ni de Vaca Muerta, ni de buitres "vivos o muertos". Que no sea exigido vitorear líderes, llevar pancartas o hacer sonar un redoblante. Ni en la Piazza Venezia ni, como ayer, en la Plaza de Mayo. La inclusión lograda con educación es el camino a la libertad, a la realización personal, al orgullo de los padres por tener un hijo "dotor". La inclusión es la antítesis de los populismos, que requieren pobreza e ignorancia para construir poder, acumular fortunas y asegurarse impunidad.

Cuando la inclusión no es verdadera, configura una estafa a la sociedad, pues ahonda las causas de la marginación y conduce al extremo opuesto: la exclusión. Habrá exclusión y no inclusión, mientras se otorgan subsidios con intencionalidad política; cuando se crean falsas cooperativas y mutuales para canalizar fondos sin control; cuando se otorgan planes sociales ocultándose sus beneficiarios; cuando se utilizan fondos públicos para cooptar la voluntad de personas en situación de vulnerabilidad, en provecho de frentes que quieren la victoria.

Una política de inclusión implica "hacer visibles" a sectores sociales ignorados que carecen de acceso a los bienes más elementales, cuya vida está dedicada a la subsistencia y cuyos hijos se crían en la calle, expuestos a la droga y al delito. Una política de inclusión exige un compromiso ético serio que no debe mancillarse con objetivos subalternos, para crear rehenes políticos a través de la dádiva, el subsidio o el plan.

Identificar la inclusión con fiestas de feriados, fútbol para todos y electrodomésticos en cuotas demuestra raquitismo intelectual y desprecio por los que menos tienen. Y mucho peor, cuando además son una cortina de humo para ocultar los negociados del poder.

Una política de inclusión comienza por la educación, y la educación no consiste solamente en obras públicas ni en aumentos salariales...

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