Extremos

Sólo el respaldo de una tradición milenaria permite discriminar de modo tan radical lo superfluo de lo esencial. Hay en la imagen un despojamiento que es resultado de una sabiduría de siglos. Personas y objetos guardan una simetría casi perfecta presidida por las flores, el único elemento que no cumple una función, porque a la belleza le basta con ser. En ese entorno, quienes conversan parecen personajes sacados de una película de Ozu, a los que el protocolo no ahoga. Pero no son actores. Se trata del presidente alemán y su pareja, que departen con el emperador Akihito y la emperatriz Michiko en el Palacio Imperial de Tokio. Una leve inclinación del...

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