Explosivo cóctel de mentiras desde Olivos

Yo fui sincero el sábado pasado y no me atribuí ni media línea -la tercera sobre el - que escribió Cristina y que se publicó en este espacio. Esta semana, en cambio, ciertos méritos que debo haber reunido a lo largo de los últimos años en el campo del relato me pusieron en un primerísimo plano. Sépanlo: desde el del lunes hasta lo que vino los días siguientes, todo es obra mía. Todo es fruto de una estrategia que le presenté a y que, después de hablarlo con la señora, aceptó sin chistar. Les gustó mucho el nombre del plan: "Desconcertar". La idea era ésa. Confundir, sorprender. Fui crudo. Dije que íbamos a tener que apelar una y otra vez al engaño, a la mentira. "Cuenten conmigo", nos tranquilizó la señora, que por suerte hace ya años que puso distancia de la verdad.

Partí de una base: estábamos perdiendo la batalla de la opinión pública, que, como se sabe, es la batalla que no queremos perder. No había forma de convencer a la gente de que no teníamos nada que ver con la muerte de . Para peor, no había estado especialmente feliz. Discurseando es un fenómeno, pero puesta a escribir novelas policiales por Facebook resultó un desastre. Los villanos se le volvían víctimas y los suicidios se convertían en asesinatos. Por eso propuse afirmarnos en lo que le sale bien: la cadena. Pero no cualquier cadena. Ésta tenía que ser impactante, conmovedora. "Señora -le pedí-, necesito que llore ante las cámaras." Me respondió que tenía una idea mejor. "Voy a hacer llorar a la gente."

Así, lo de aparecer en silla de ruedas se le ocurrió a ella. También lo de vestirse toda de blanco, para que la bota ortopédica negra resaltara más. Está convencida (y las encuestas le dan la razón) de que las disfunciones físicas tocan las fibras más íntimas de las personas. Me impresionó cómo dispuso el manejo de cámaras para que el plano abierto la tomara así, disminuida por su fractura de tobillo. Una genia. "¿Se me ve la bota, no?" Los que ese día la vimos llegar caminando a paso firme al living donde se grabó el mensaje no podíamos creer lo bien que representó el papel. Un tobillito que ya está casi curado se había convertido en una postrante herida de guerra.

El discurso -pieza maestra del plan "Desconcertar"- se lo organicé yo. Si el país esperaba que hablase de Nisman, primero había que sorprender con otra cosa: . Garabateamos un proyecto de apuro y Cris, una grande, lo presentó como si fuera un cambio revolucionario. De los 58 minutos que duró el mensaje, 45 estuvo...

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