Estupideces en medio de un naufragio

Dorothy Knudson tuvo al menos el privilegio de una muerte elegante. Fue alguna vez una gran cantante de ópera, se volvió célebre interpretando a Mimí en La Bohème y, ya retirada de los escenarios, no era más que una anciana anónima en un bote a la deriva. El crucero de gran calado que la traía chocó con una antigua mina explosiva de la Segunda Guerra Mundial y en siete minutos se hundió en el Atlántico Sur sin que el telegrafista alcanzara a transmitir su paradero. Veintiséis pasajeros sobrevivieron a duras penas, y se aferraban a una única lancha que solo podía albergar a nueve, se ubicaba a 115 millas náuticas de la costa y enfrentaba un inminente temporal. El capitán de esa embarcación de desahuciados se llamaba Alexander Holmes y parecía, al principio, un héroe abnegado, pero con el correr de las horas fue adoptando la convicción de que debían abandonar a algunos náufragos para salvar a los otros, puesto que todos juntos se hundirían sin remedio. A punta de pistola, se convirtió entonces en un monstruo: los primeros que eligió fueron los más débiles, aquellos que no podían remar. Y de inmediato posó su mirada en Dorothy. Que con una enorme dignidad, les dijo a todos: "Las cosas han cambiado mucho, antes cuando los viejos estorbaban los mandaban a morir a una montaña o a un desierto; ahora los mandan a dar la vuelta al mundo". El capitán ordenó que le colocasen el salvavidas y le dijo: "Lo siento en el alma". Ella, un segundo antes de ser depositada en las olas, le respondió: "Yo lo perdono, señor Holmes". Y sin patetismos ni pestañeos, la vieja dama se dejó arrastrar por la marea hacia el ocaso.La película es de 1957 y tiene varios títulos en castellano, pero acaso el mejor de todos sea El mar no perdona. Mi padre se había criado en el Cantábrico, había hecho dos años de mili en el Crucero Galicia, se sentía un marino genético, e idolatraba a Tyrone Power. De joven se cortaba el cabello como él y usaba un bigote similar al eterno paladín de todas las aventuras. Cuando comenzó aquella hecatombe, que se cobró más de mil muertos, y vimos a Tyrone encarnar a Holmes automáticamente tomamos partido por él, pero a medida que el film avanzaba y el capitán iba arrojando por la borda a determinados sobrevivientes para mantener la nave a flote, sentimos que nuestro ídolo máximo nos traicionaba con su crueldad y que el drama se volvía más y más oscuro. La elegancia de Dorothy se contrastaba con la amarga y sórdida exasperación de los sacrificados...

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