Por estrés, dejó la arquitectura y en un anticuario de Italia, encontró un mueble que le reveló su futuro: 'Tenía un escondite secreto'

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Algo lo llevó a detenerse en ese espacio poco convencional. No era la primera vez que visitaba anticuarios alrededor del mundo. Pero ese día sintió que debía hacer un alto en su agitada jornada para seguir su instinto. Ya en el interior del local, la luz tenue, los objetos amontonados y la sensación de misterio lo fueron llevando hasta un mueble en particular . Le habían atraído su forma, sus dimensiones, la madera con la que estaba elaborado y -aunque se encontraba en Palermo, Italia-, especialmente, el olor a incienso y mirra que tantas veces lo había cautivado en recorridos por Asia.

Al examinarlo notó que algunas de las maderas en una de sus cuatro esquinas crujían de una forma inusual. " Daba la sensación de que algunas piezas estaban flojas o, más interesante aún, que existía algún tipo de compartimento hueco , algo poco usual en ese tipo de mueble antiguo de maderas encastradas entre sí y de robustez definida".

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"Un habitáculo interior parecía imposible"

El mueble era amplio, tenía puertas con listones en el frente, tres cajones en su parte inferior, uno en la parte superior y dos columnas frontales talladas que escuadraban su totalidad. " Me llamaba poderosamente la atención que, si tenía tantos cajones, la posibilidad de un habitáculo interior no tendría sentido ". Pero se permitió dudar. Se mantuvo fiel a su intuición, cerró el trato y coordinó con el vendedor octogenario el retiro del mueble para el día siguiente.

Esa noche no durmió. Por alguna razón que desconocía seguía pensando en ese mueble y la forma en que había sido atraído a su compra. Muchas veces, a lo largo de los años y países remotos, había adquirido con pasión diferentes tipos de objetos. Pero esta era realmente la primera vez había que experimentado ese sentimiento de pertenencia por una pieza, algo llamativo en sus tantos años de profesión.

Indonesia.

La mañana siguiente lo sorprendió dibujando rostros sobre el periódico local en su mesa de desayuno. Acostumbrado a su estadía de varios años en Japón gustaba de los dibujos animados japoneses. Le resultaban enigmáticos y siempre se había preguntado por qué una cultura milenaria se sentía tan atraída e identificada con estos dibujos de grandes y redondos ojos que poco tenían que ver con su idiosincrasia. Con el tiempo había entendido y aprendido que en cada uno de ellos se encontraba un mensaje de enseñanza y superación, como la vida misma y que las piedras en el camino se podían tomar de dos maneras: como...

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