La estrategia implica un esfuerzo productivo

Una estrategia que procure un mejoramiento progresivo de la alimentación en la Argentina implicaría un esfuerzo productivo significativo, señala la investigación de los nutricionistas Sergio Britos, Agustina Saravi y Nuria Chichizola.

Así, por ejemplo, tanto en hortalizas y frutas deberían aumentarse la producción en cada una de ellas en 3.880.000 toneladas y sumarlas al consumo interno para nivelar la brecha negativa del 58 por ciento.

En este caso las brechas se originan en consumos muy bajos. Frente a la recomendación casi universal de comer cinco porciones diarias entre ambos, la realidad es que el consumo apenas es la mitad.

Para el caso de los lácteos, la investigación señala que superar la brecha alimentaria implica destinar al consumo interno un 26 por ciento más que la disponibilidad actual. Es decir, habría que sumar una producción de 2.319.000 toneladas para sumar al consumo de 8.500.000 toneladas.

Agrega el estudio que si bien la cantidad de leche que se destina al consumo podría cubrir las necesidades de calcio lácteo, en la cadena de transformación de leche a quesos se pierde parte de aquél. En cierto modo la brecha es más nutricional que alimentaria.

El consumo de lácteos es clave por su aporte de calcio; se trata de un nutriente íntimamente vinculado con la calidad de la formación ósea en la edad escolar y adolescente, entre otros factores que son favorables para la salud.

Sostiene el estudio que desde una perspectiva nutricional, el consumo de carne vacuna es importante por su aporte de proteínas de buena calidad y hierro y zinc altamente biodisponibles. Sin embargo, una porción de 100 gramos diarios de carne (cualquiera de ellas) aporta casi el 30 % de la recomendación de proteínas y el 20% de la ingesta recomendada de hierro.

Un consumo elevado por otra parte, puede aportar hasta la mitad de la cuota diaria de grasas saturadas.

En este caso, disminuir el consumo total de carnes (entre las de distinto origen el consumo supera los 110 kilogramos anuales o 300 gramos diarios) liberaría saldos exportables valiosos en el contexto de la demanda mundial.

Algo similar ocurriría, en forma aún más amplia, en el caso del trigo. El consumo de pan es tan elevado en la Argentina que lo convierte en la segunda fuente alimentaria después de la sal de mesa (sodio) en la dieta.

Del mismo modo, el consumo de harinas sumamente refinadas es alto y en este caso hay una brecha aún mayor en los sectores de menores ingresos. Por el contrario el...

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