El estatus y la reacción 'conservadora' en la arena junto al mar

Pueden culpar al efecto cultural de la creciente "brasilerización" sobre la que alertan los economistas. También a la neoausteridad, tan de esta etapa, que mezcla consumismo suntuario con control de gastos. O acaso sea un simple efecto de traducción tropical del picnic francés en el que el vino tinto y los quesos son reemplazados por espumante y frutas, y la campiña por playas ventosas que otorgan de todas maneras el marco ideal para pensar en los placeres simples.

Como sea, la mejor respuesta al regreso cool del ritual costumbrista de la popularmente conocida "heladerita playera" parece tenerla el lenguaje: la "conservadora" (como suele denominarse también), ítem de renovada vigencia, parece encarnar una reacción ante tanta exposición de los chefs superestrellas, los bartenders cotizados y la sofisticación gourmet. Aunque, en sus renovadas versiones, la heladerita encierra parte de esa nueva cultura.

En línea con la tendencia de recuperar la identidad, la simplicidad y la nobleza de los alimentos, como en el auge de lo orgánico y el furor de los aperitivos, el rescate del incómodo pero irreemplazable dispositivo (cargarlo en la playa tiene sus secretos y no cualquiera se anima) acaso también tenga que ver con que permite almacenar y transportar frutas frescas y bebidas heladas al servicio de una jornada prolongada en la que siempre aparece el interrogante de "qué comemos" o "qué bebemos".

Para las marcas (bebidas, vinerías) más atentas a los cambios de hábito, la inoxidable heladerita playera ya cotiza como ascendente pieza del marketing veraniego. Y lejos del telgopor de otras décadas, cada vez es más común ver llegar a un turista a José Ignacio o en los alrededores de La Frontera, en Pinamar, con modelos importados de Europa, rueditas y portabilidad para copas flauta de cristal. Así, la cosa se revierte: la mirada vergonzante cuando emergía un sándwich de dudoso mantenimiento ahora es sorpresa ante las ostras heladas, frutas impecables o un chardonnay a la temperatura justa. Quien todavía no se animó al placer de la heladerita por motivos de comodidad o de estilo suele sentir una punzada de autocrítica cuando observa de reojo cómo el que está cerca en la playa abre ese cofre y saca algunas delis que cotizan...

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