Cómo esquivar las sombras de Grey

La imagen, noche de un jueves en el colectivo, llamó de inmediato mi atención. En el asiento que estaba justo frente a mí, una chica le leía a otra en voz alta, pasando las páginas virtuales de su iPad a una velocidad asombrosa. Me incliné apenas para ver: lo que leía era Cincuenta sombras de Grey el mismo día de su anunciado estreno en pantalla grande. Suspiré. La chica, concentrada, seguía con la historia, apenas en su comienzo: "Cuando nuestros dedos se tocan, siento un extraño y excitante escalofrío por todo el cuerpo. Retiro la mano a toda prisa, incómoda. Debe ser electricidad estática. Parpadeo rápidamente, al ritmo de los latidos de mi corazón...".

Conozco el argumento del libro por haberlo leído en 2012, intrigada por un fenómeno que ya hacía mella en los Estados Unidos y hasta había dado lugar a una nueva categoría de marketing: el mommy porn (porno para madres). Las mujeres de 40, decían las encuestas especializadas, eran el principal público lector de E. L. James, una autora ignota en el mercado editorial. Parecía un acercamiento sutil al hardcore desde una pluma femenina; una representación lo suficientemente cuidada para cautivar a señoras que se permitieran, entonces sí, chocarse de frente con su (reprimido) deseo. Sin embargo, no vi nada similar a lo largo de las 544 páginas del primer tomo.

Lejos del sadomasoquismo promocionado, encontré allí una suerte de porno soft cruzado con novela romántica, a lo Danielle Steele. Ni las huellas del erotismo refinado de Anaïs Nin, ni la provocación disruptiva del Marqués de Sade, ni siquiera un sesgo de Henry Miller, algo... No vi allí más que un argumento débil, una historia rosa (pálido), una autora inexperta en el campo literario y una casualidad que la puso, casi sin querer, en la cima del mercado editorial hasta el día de hoy.

¿Qué factor invisible transformará un libro en best seller? ¿Cuál es la fuerza que ilumina a un autor por sobre otro, cambiándole la vida para siempre? "Parece Cincuenta sombras", le disparan maliciosamente a Hanna, el personaje protagonizado por Lena Dunham en la popular serie Girls (HBO), cuando lleva su primer texto al curso de escritura creativa en Iowa. Un disparo al ego que ella rápidamente intenta eludir. "No lo leí, no quise hacerlo", dice, y entonces llegan las miraditas cómplices de cinismo entre sus compañeros y nuestra empatía intelectual con la protagonista. ¡No le hagan eso!, es el pensamiento inmediato del espectador más...

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