Lo que es único y revolucionario tiene aura, pero no precio

La semana que termina pasará a la historia de las subastas por los precios astronómicos pagados por Las mujeres de Argel, de Pablo Picaso, y el Hombre que señala, de Alberto Giacometti. Para comenzar, Picasso es el artista más caro entre los más caros. Un aura especial rodea su nombre como la gran marca del arte. Fue un renovador absoluto de la estética en la primeras décadas del siglo XX y encontró siempre la mejor manera de promocionarse: por sus escándalos amorosos o por su capacidad para romper una y otra vez las reglas y volver a empezar de cero. Picasso es muchos pintores en un solo pintor.

Jugó su parte en este récord la formidable donación de pintura cubista hecha por Ronald Lauder al Museo Metropolitano de Nueva York. Hijo de la emperatriz de la coméstica Estée Lauder, Ronald es un coleccionista extraodinario, que, años atrás, en una venta privada, compró el retrato de Alele Bloch-Bauer, por 135 millones de dólares. Récord absoluto guardado en la intimidad de los Lauder, aunque la pintura puede verse en la galería que el magnate tiene en Manhattan.

Obras de cuatro artistas integran la colección donada al Met: Picasso, Braque, Juan Gris y Léger. Sin embargo, el mejor representado es el malagueño con 34 obras. Aunque Picasso vivió muchos años y su producción fue prodigiosa, es obvio que cada día será más difícil encontrar un buen Picasso en las gateras de las rematadoras. Y esto explica que el rematador ofreciera el cuadro con un "piso" de 120 millones de dólares. El remate duró 11 minutos y se desconoce la identidad del comprador. Es así.

Los cuadros que integran el ranking de los más caros, salvo excepciones, no están en museos ni forman parte de colecciones públicas. Las mujeres de Argel tenía, además, la pequeña gran historia de los Ganz, del joyero y la ex vendedora de Macy's que formaron una pinacoteca en un departamento de la Quinta Avenida. Tanto es así que, cuando la hija de ambos, hoy dueña de un anticuario en Londres, invitaba a sus amigas, y éstas preguntaban por los cuadros, ella respondía que eran reproducciones baratas compradas por sus padres. Le aterraba contar que vivía en un museo.

La segunda razón del superprecio, y que vale también para el Giacometti, es que ambos lotes integraron una subasta...

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