¿Cuál es el precio de no cambiar la educación?

Las reformas al sistema educativo

A la hora de pensar las políticas educativas en los diferentes sectores que componen la alianza opositora, se vislumbran varias coincidencias en el diagnóstico y en las rectificaciones que deberían hacerse para su mejora. Incluso, me atrevería a pensar que son limitadas las disidencias respecto de qué líneas de innovación se quieren desarrollar.

Hay también coincidencias a la hora de definir las prioridades. La mayor dificultad se plantea cuando se trata de encontrar los caminos de implementación. Cuando se llega a este punto hay solo dudas y la reflexión se limita a la identificación de las principales problemáticas que es necesario resolver si se quiere intervenir en las prácticas del sistema educativo. Las deliberaciones rondan sobre dos preocupaciones centrales.

La primera de ellas es la relación con las provincias, que genera las preguntas: ¿cómo recrear un federalismo educativo que permita instrumentar líneas comunes de cambio y a la vez aliente y sostenga las iniciativas y creatividad de las jurisdicciones? ¿Qué perfil de ministerio nacional se requiere para alimentar un sistema que no pierda la unidad y a la vez sostenga la riqueza de la diversidad que aportan las provincias? Y, al mismo tiempo, ¿qué hacer para impulsar un cambio en aquellos territorios signados por la inmovilidad en educación?

A partir de estas preguntas se abren otras muchas cuando se piensa en el resto de los niveles del Estado . ¿Cómo hacer para que las políticas provinciales lleguen a la escuela? ¿Qué características deberá tener el Estado provincial para fomentar los cambios que deben implementar las escuelas? En este punto hay ya experiencias positivas que pueden iluminar el camino del futuro. En lo positivo quiero rescatar las experiencias de redes y comunidades de aprendizaje que ponen en la puerta de la escuela los elementos que se requieren para la transformación: capacitación, materiales pedagógicos y acompañamiento experto. Una propuesta así requiere mutar las características de los ministerios (tanto nacional como provinciales), que deberían abandonar el perfil burocrático en favor de la recreación permanente de ideas y propuestas que se vuelquen a las escuelas. Centros dinámicos e inteligentes que olfateen los tiempos, las condiciones y las posibilidades y construyan con ellos alternativas para hacer avanzar el sistema al ritmo del mundo que vivimos. Para eso se necesita mucha capacidad técnica, construcción política...

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