Errores de una autócrata en grado de tentativa

La primera dama quería patos canadienses para el estanque de su jardín. Seleccionó en internet parejas de ánades reales, ánsares índicos, cercenas doradas, patos mandarines y canards pompón; los hizo importar desde Calgary en vuelo expreso y los puso al cuidado del jardinero de palacio, un discreto viudo sin hijos ni amigos, que vivía para podar y abonar las plantas, y para entretener con juegos a los nietos de la pareja presidencial. Cada pato debía comer, en sus debidas proporciones, una mezcla de trigo remojado, granos de maíz triturado, gluten de sorgo, porotos de soja, arroz molido, harina de alfalfa y semillas de girasol tostadas. Pero sucedió una desgracia: el canard pompón macho amaneció muerto y el veterinario de palacio dictaminó que se trataba de una intoxicación alimentaria; dos días después la hembra murió por melancolía.

La primera dama mandó llamar al jardinero al Salón Azul y a los gritos lo tildó de asesino, y ordenó que lo despidieran en el acto. Pero finalmente la drástica directiva no se cumplió porque le venían reservando un destino más importante : el jardinero tenía la misma edad y la misma contextura física que el presidente, y sus expertos en seguridad imaginaban que con algunos cambios y adiestramientos podrían eventualmente utilizarlo de doble en algunas actividades protocolares . Sin preguntarle demasiado, al jardinero lo trasladan entonces en jeep a unas dependencias militares, le hacen una revisión médica y lo pasan por escáneres y pruebas de resistencia; luego lo meten en un estudio de grabación para que module discursos escritos y lo someten a prácticas de pluma y pupitre para que modifique su caligrafía. Peluqueros, maquilladores y cosmetólogos acondicionan su aspecto, nutricionistas le indican que debe engordar cuatro kilos, y le enseñan durante horas a caminar, a saludar con los brazos en alto, a llevar frac con banda presidencial terciada y condecoraciones; también le señalan que debe en adelante cortar toda relación con su hermana -único pariente vivo- y dormir en el subsuelo de la residencia. Por supuesto, lo utilizan para reemplazos planificados en esa vida suntuosa, donde los déspotas viven encapsulados en sus delirios y caprichos de magnates, y se mueven como reyes dislocados y sin corona . Cualquiera puede pensar que la acción transcurre en el siglo pasado y que ésta es una narración más dentro de la prolífica categoría literaria del "tirano latinoamericano", que solía ser de derecha. Pero no: se...

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