Erradiquemos el resentimiento para sanar como sociedad

Hace años que, en nuestro país y en cada argentino, se incorporó el más dañino de los sentimientos: el resentimiento, el cual comenzó a generar divisiones y enfrentamientos ajenos a nuestra cultura política. Lentamente eso fue carcomiendo la convivencia, el mérito del esfuerzo y, sobre todo, fue destruyendo la esperanza de los argentinos.

A su vez, este resentimiento vino acompañado de un discurso populista, de relatos carentes de gestos ejemplares y fue instalándose a la par de injustos privilegios y vedadas persecuciones ideológicas.

Casi sin darnos cuenta el otro pasó de ser nuestro compatriota a uno de los "otros". La peligrosa dicotomía "ellos" y "nosotros" se apoderó de nuestra vida pública. Apareció la retórica de los malos y los buenos, junto con el adoctrinamiento desde la infancia, que trajo aparejada una subversión de valores a todo nivel social.

La patria parece pertenecer ahora a quienes hablan de igualdad, creando dependencias lastimosas, comprando voluntades y aprovechando necesidades básicas insatisfechas. Por otra parte, se busca relativizar la corrupción presente en el Estado con discursos de persecución ideológica.

Los trabajadores, los emprendedores, la gente de bien que, con el valor de la palabra y honestidad, pretenden crecer, progresar, ahora se han vuelto gente de segunda. Mientras que los vivos, los deshonestos, aquellos capaces de abusar de su poder para realizar conductas reprochables se autodenominan buena gente. Así estamos, sumidos en una división casi irreconciliable.

Nuestra bandera ya no nos...

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