La entrañable despedida a un hombre faro

Yo no sabía que esa tarde de tristezas infinitas iba a encontrarme con . Nunca habíamos cruzado una palabra. Para mí era hasta entonces solo una figura de rostro muy grato y amigable que llegaba con un andar despreocupado, precedido casi siempre por el escándalo de su sonrisa. Era de esas personas que, vistas a la distancia, . Daban ganas de que el mundo se le pareciera. Yo no sabía que ese atardecer iba a conocerlo ahora que . Pero empecé a saber quién había sido conforme leía a sus amigos.Están abatidos, la vida les ha quitado brutalmente una parte de su inocencia. Algunos de ellos han visto partir a seres muy queridos, pero esta vez es distinto: ahora es un par, , según se empeñan en precisar, quien con su partida los ha dejado un poco indefensos y a la intemperie, transidos de dolor y añorando ya los días y las noches en que soñaron juntos el futuro y compartieron la dicha de estar vivos.El día siguiente a esa pérdida hubo un silencio distinto en la Redacción. No era el silencio de los momentos en que todos se concentran en la tarea, sino la reserva de quienes, quebrado el espíritu y ensimismados en sus pensamientos, se sienten perplejos ante el espectáculo inconcebible de la muerte súbita y temprana. En las redes sociales, donde los más jóvenes llevan una suerte de diario personal, dejaron el registro minucioso de un dolor muy íntimo. Leí ese adiós colectivo mientras los tenía cerca de mí. Los vi llegar enmudecidos por la tristeza y fundirse en abrazos lentos en procura de cobijo, los escuché murmurar su pena con desconsuelo, las cabezas gachas y los hombros caídos de tanta desazón. Tuve ganas de abrazarlos. Llevaban en el cuerpo la fatiga que sucede al llanto desconsolado. En el desamparo de esa congoja, eran otra vez un poco niños. Cuando se ha vivido lo suficiente, se habitúa uno a la idea de la muerte de los otros. Pero nadie está preparado para el descaro de la muerte súbita e inaudita.Germán Leza es la primera gran pérdida de esa generación que tiene algo más de treinta años. Algunos de ellos pudieron recibir en el pasado sus primeras heridas con la muerte de un afecto cercano, pero nunca antes habrán sentido la sensación de vacío infinito que trae la muerte inconcebible. Nunca antes los habrá sublevado la misma rabia.En un rincón de la Redacción...

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