Entendamos a Messi (de una buena vez) y pensemos en grande

En la noche del jueves, cuando en el minuto 9 del choque en Santiago, Chile, Lionel Messi se mostró en la misma jugada como un temible "4" con llegada y un delicioso mediapunta al que Ángel Di María no supo interpretar (), la pregunta volvió con fuerza: ¿nos resignamos a que el mejor jugador del planeta y galaxias adyacentes siga siendo un cuerpo extraño en un conjunto que no lo termina de entender, en un esquema que sigue sin saberlo aprovechar?

Se nos van los Mundiales, se nos va la vida. Y, un día, se nos va a ir Messi.

La Copa América está a la vuelta de la esquina, pero a estas alturas da relativamente igual lo que allí suceda. Sí, sería importante quebrar la racha de 23 años sin títulos; sí, sería justo acabar con la cantinela del Messipechofrío, de la estrella que gana todo en el Barcelona y no triunfa con su selección porque sólo se activa cobrando euros. Todo muy lindo, pero lo que verdaderamente importa es el partido del 15 de julio de 2018 en el estadio Luzhniki de Moscú. La Argentina necesita estar en la final del Mundial de Rusia para evitar lo que sería una injusticia histórica: que Messi pierda siempre en la comparación con Pelé y Maradona al no poder refutar eso de que nunca ganó un Mundial. No es en absoluto improbable que Messi juegue Qatar 2022 a los 35 años, pero ésa sería ya otra historia. Sería, también, ir al último límite.

El límite es Rusia, quizás ante Alemania, esa selección que en 2006 nos temía, en 2010 nos respetaba y tras 2014 cree que no es mala idea cruzarnos en los Mundiales. Y si el límite es Rusia y el rival decisivo Alemania, la Argentina debe, lo antes posible, hacer algo con su selección. Algo en serio. Es dueña del jugador por el que se hipotecaría a 50 años cualquier club, del hombre al que instantáneamente nacionalizarían en los 200 y pico de países del globo. La Argentina tiene a un futbolista que a esta altura es mejor que Diego Maradona -sí, más completo y constante-, pero sigue discutiendo nimiedades messiánicas y entusiasmándose con detalles, con la historia chica de aquellos partidos en los que gana, pierde o empata pero nunca encuentra una identidad.

¿Hubiera sido deseable que Di María definiese con la misma jerarquía con que la pelota llegó a él? ¡Claro! Incluso podría habérsela devuelto al "10" para cerrar un gol maradoniano. Pero ese gol habría tapado el debate, las preguntas que seguirán circulando más allá de que el martes a la noche el balance diga que se ganaron seis...

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