El enigma de la juventud

El tono de voz, el modo de abordar al auditorio y decir lo que decía me hicieron pensar en una palabra que, vaya a saberse por qué, no suele escucharse muy habitualmente: bondad.

Había gentileza y bondad en las palabras de Laurent Cantet, el realizador francés que la semana pasada, en el marco del festival "Les avants premières", presentó al público porteño L'atelier, su último trabajo. "Quería hacer una película sobre lo que significa tener 20 años en el mundo de hoy", explicaba. Y comentaba cómo, con sus cincuenta y pico a cuestas, intentó ingresar en el universo de los que recién comienzan. La inquietud, quizás, era esperable. Cantet es el director que, a fines de los 90, filmó la sensible y tremenda Recursos humanos. En aquella película ya asomaba la pregunta por la distancia generacional. Había allí un padre, obrero de toda la vida. Y había un hijo, orgullo de la familia, que tras haber estudiado en la universidad regresaba al pueblo natal para trabajar, con un cargo jerárquico, en la misma fábrica donde su padre era operario. La alegría terminaba cuando Frank, el hijo, descubría que parte de su trabajo era colaborar con un plan de reducción de personal que, entre otros, afectaría a su propio padre. Allí, en la trama profunda de un amor filial a prueba de todo, Cantet había logrado contar una época, el final de un modelo industrial y el tsunami que eso significó para infinidad de pequeñas vidas.

Cantet también es el director que, un poco más acá en el tiempo, filmó Entre los muros, esa película en la que tanto docente de secundario argentino se habrá sentido incluido. En Entre los muros despunta un gesto documental que también aparece en L'atelier, y no solo porque la mayoría de los intérpretes son actores no profesionales. Más que ingresar con su cámara a una escuela de la periferia parisina, se diría que Cantet la hunde dentro de los muros de esas aulas. Al ver el film, uno sentía en la piel la confusión y el hastío del alumnado multirracial, más bien pobre, que allí era retratado. Y la angustia próxima a la desesperación de los profesores -tan franceses e ilustrados, ellos- que no sabían ya qué hacer para conmover a...

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