Se enamoró de un marinero, le perdió el rastro y una operadora de la Armada Argentina se conmovió y no paró hasta encontrarlo

Un gran amor.

Era 9 de julio. Los días de trabajo habían sido arduos e Isabel aceptó la invitación de sus amigas para ir a bailar a un boliche ubicado frente a la estación terminal de ómnibus. Pocos minutos transcurrieron hasta que allí, entre la multitud alegre, sintió unos ojos posarse sobre ella. Aquel joven, atractivo y decidido, se acercó y le propuso bailar.

"Me dijo que era marino de la Armada, yo me reí y no le creí", rememora Isabel, con un brillo especial en su mirada. "Me dijo que había venido en el barco que estaba frente al monumento".

Tomaron una cerveza, bailaron y hablaron. Sin comprender por qué, la joven no pudo alejarse de él, ni el marinero de ella. Las horas se esfumaron entre risas y conversaciones intensas, hasta que anunciaron que el local daba por terminada la noche.

"Estoy un poco perdido y no sé cómo llegar al barco", le dijo él. Entonces Isabel, que vivía muy cerquita del monumento, lo acompañó envuelta en una sensación inédita de felicidad. "Esta es mi casa", anunció él cuando estuvieron frente al barco.

"Fue emocionante ver la magnitud del rompehielos, me quedé sin palabras. Hacía mucho frío y él me dio su saco, vimos el amanecer, nos pasamos los teléfonos para volver a vernos", cuenta Isabel, conmovida.

Puerto de Buenos Aires.

Antes de despedirse, el marinero corrió al barco y regresó con una gorra, un obsequio para que no lo olvidara.

Una cita con el marinero, una unión inolvidable y días de ensueño

Al día siguiente, Isabel despertó con una sonrisa. "Lo extraño", pensó, pero aquel sentimiento quedó perdido con el sonido del teléfono y la dulzura de su voz al otro lado. Quería verla y, sin más rodeos, concretaron una cita para el mismo día.

Se encontraron, compraron comida y fueron a lo de ella: "vivía sola, pero me dio confianza, como si lo conociera de toda la vida". Esa noche conversaron horas enteras. Ella le contó su historia y él la suya, se miraban con ternura, "con amor", asegura Isabel. "Realmente nos habíamos enamorado".

Isabel y su marinero vivieron días inolvidables.

Pasaron la noche juntos en una unión inolvidable. Al otro día, ella le regaló una foto suya y el marinero regresó al barco para tomar una guardia. Los siguientes días, los más hermosos que ella jamás recuerde, transcurrieron similares, entre encuentros idílicos y un desgarro al separarse.

Un timbre a la madrugada, un anuncio inesperado y un secreto

La historia cambió su rumbo una noche en que Isabel no lo esperaba. Era de madrugada...

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