Elena Poniatowska: 'Las mujeres han sido y son el alma de mi país'

Durante la agitada mañana del pasado martes 19 de noviembre, el teléfono sonó varias veces en la amplia y luminosa casa de Elena Poniatowska. Primero llamaron de la editorial Planeta por asuntos relacionados con El universo o nada, el último libro de la dueña de casa; luego, un representante de la izquierda mexicana se comunicó para intercambiar opiniones sobre la reforma energética impulsada por el gobierno del PRI. Poco más tarde, la criada atendió una nueva llamada. "Es de España", dijo, y Elena se dispuso a escuchar un urgente pedido de correcciones por parte de su editor en El País. "Yo pensé que me marcaban por algún problema con el artículo sobre Doris Lessing que había enviado hacía muy poco –cuenta, divertida–; pero no, era para decirme que había ganado el Cervantes. Ellos hablaban de Cervantes y yo, de Doris Lessing. No entendía nada y sigo sin entender. Fue una emoción muy grande. Recién me di cuenta de lo que ocurría cuando vi llorar a mi hija."Hasta esa mañana, sólo otras tres mujeres (las españolas María Zambrano y Ana María Matute, y la cubana Dulce María Loynaz) habían obtenido un premio que ya lleva 37 ediciones. La escasísima presencia femenina en la historia del galardón más importante en lengua española parece darle la razón a una de las mayores preocupaciones en la vida y obra de Poniatowska: los rigores y las injusticias que pesan sobre la condición femenina, dolor que retrató como nadie en Las soldaderas (acerca de las mujeres de la Revolución Mexicana), Hasta no verte Jesús mío (sobre una lavandera con pasado revolucionario) y De noche vienes (retrato de una mujer con ¡cinco! maridos), entre tantos otros libros. Las artistas Tina Modotti (Tinísima), Leonora Carrington (Leonora) y Angelina Beloff (Querido Diego, te abraza Quiela) son otras grandes protagonistas de su obra, cuyo impacto tiende a reconstruir el costado íntimo de la historia de México a partir de la veracidad que proporciona la investigación periodística.Reportera con 60 años de trayectoria, enriqueció y trascendió el género con La noche de Tlatelolco (crónica de la matanza estudiantil del 2 de octubre de 1968) y Nada, nadie. Las voces del temblor (relato coral del terremoto que destrozó la Ciudad de México el 19 de septiembre de 1985), dos clásicos de la literatura latinoamericana de no ficción que han marcado a no pocos de los grandes cronistas contemporáneos. Hija de un príncipe polaco, nacida Hélène Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor hace 82 años en París, la mujer que "sigue sin entender" cómo fue que un día le otorgaron el premio Cervantes se define como "alguien que tiene un oficio. Yo no digo que escribo bien o mal; simplemente, ejerzo mi oficio, que es el de escribir. Eso sí: espero haber mejorado con los años".–Alguna vez le preguntaron qué es la escritura y usted, ajena a cualquier intelectualismo, dijo "una friega". Con más de 80 años cumplidos y unos 40 libros publicados, ¿sostiene que la escritura es, sobre todo, un trabajo agotador?–Una friega, sí. Claro. Pero es mi profesión, y qué bueno que tengo este oficio. A mí me dolería mucho no poder escribir más, porque lo que hago es lo que soy. Ya no puedo ser bailarina. Secretaria... quizás, de secretaria podría trabajar. Pero...

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