La educación que los argentinos quisimos perder

El problema no es la grieta que, en todo caso, puede ser usada como una excusa más. Tampoco las sucesivas crisis económicas, con su permanente secuela de nuevos pobres y marginados.

Oficialistas y opositores, con sus roles intercambiados según la circunstancia, han tenido una misma coincidencia: desinterés permanente y sorpresa fingida por las malas noticias.

El hundimiento de la educación argentina no se explica por enfrentamientos políticos sino, al contrario, por el tácito acuerdo de no prestarle ninguna atención. Son décadas en descenso permanente.

Dicho con otras palabras, la preocupación por el estado de la instrucción pública es, con mucha suerte, un espacio de discursos sin ningún correlato con hechos concretos.

La movilidad social murió tan lentamente como la calidad de la enseñanza y el valor del mérito

La historia guarda datos a prueba de las justificaciones del presente. La Generación del 80 edificó la Argentina en medio de disputas sangrientas entre sus dirigentes, peleas personales sin retorno y discusiones furiosas.

Junto a la organización del Estado nacional y un consenso básico sobre el rumbo económico enfocado en las exportaciones agropecuarias, entre Mitre, Sarmiento, Avellaneda, Roca y el resto hubo un acuerdo implícito de que el desarrollo necesitaba inmigrantes como mano de obra y educación que anclara a los hijos de los nuevos argentinos a un futuro de progreso.

Cuando por fin en 1884 se aprobó la ley 1420 que declaró obligatorios los primeros años de la educación primaria, la alfabetización masiva había comenzado con intensidad. Sobre aquellos cimientos se construyó un ejemplo que perduró durante al menos las primeras seis décadas del siglo siguiente.

Queda apenas una memoria histórica en un país al que se le van muriendo los alumnos de aquella educación. Y con ellos, los testigos de que la educación y el esfuerzo eran un combo que hacían posible el progreso personal y colectivo. La movilidad social murió tan lentamente como la calidad de la enseñanza y el valor del mérito.

El último dato aportado por la Unesco entre alumnos de escuela primaria ubicó a la Argentina octava entre 16 países de la región

Casi 150 años después de la ley 1420, es verificable en todos los muestreos que la escuela argentina dejó de permitir un principio igualador de oportunidades. A mayor pobreza, peores resultados. Ir a la escuela dejó de ser una chance de mejora; en el mejor de los casos, es un refugio para comer una vez al día.

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