Economía: el real enemigo de Putin

MOSCÚ.- El oso de peluche desarticulado, abandonado sobre montañas de flores depositadas donde fue , a escasos pasos del Kremlin, es una acertada imagen de los problemas que aquejan a Rusia y al régimen de . El oso ruso, histórico símbolo de la potencia de este país, parece haber perdido el alma.

A la violencia prepotente en Ucrania, el aumento de las tensiones con Occidente, la insurgencia islamista en sus fronteras, se suma este crimen político inexplicado, que marca un corte abrupto entre las promesas del pasado y un futuro plagado de incertidumbre.

Sin embargo, otro problema podría eclipsar a todos los anteriores: los negros nubarrones que se ciernen sobre la economía de este gigantesco país de 144 millones de habitantes podrían arrastrar incluso los anhelos de restauración imperialista del actual líder del Kremlin.

Malina, un restaurante de moda en las afueras de Moscú, está vacío un domingo por la noche durante un largo feriado, que habitualmente incita a la gente a salir. "La crisis", explica escuetamente el gerente con actitud cautelosa.

Algunos platos característicos del establecimiento faltan del menú. En particular, los preparados con carne y con pescado. "Sanciones", agrega nerviosamente.

Oficialmente, la inflación actual es de 16,7% en ritmo anual. Pero esa cifra alcanza el 26% para los productos alimenticios y el 63% en el caso de los vegetales. En un mundo globalizado, esto se debe sin dudas a las sanciones occidentales adoptadas contra el régimen por su apoyo a los separatistas prorrusos en el este de Ucrania.

Los signos de un país en problemas también son visibles en el corazón de Moscú. Las empresas de turismo quiebran, cantidad de comercios y pequeñas boutiques están en venta y los carteles luminosos que relatan minuto a minuto la caída del rublo arrastran consigo el ánimo de los más optimistas.

Medio en broma y medio en serio, los moscovitas aseguran que la moneda rusa, que pasó de 36 a 63 rublos por euro en el último año, no podrá descender de 99: porque los carteles electrónicos de las casas de cambio sólo admiten dos dígitos para los rublos y cuatro cifras para los kopeks.

Quince años después de la llegada de Vladimir Putin al poder -alternativamente como primer ministro y presidente-, la economía rusa camina por el filo de la recesión. Según el Banco Central, esta situación se extenderá dos años. Al ritmo sostenido de la inflación, se agrega la caída del rublo, que hizo evaporar la fe de los inversores extranjeros.

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