Eastwood y una nueva oportunidad

Cualquier seguidor más o menos consecuente de la obra de Clint Eastwood es capaz de repetir al instante y de memoria la célebre cita que aparece en pantalla no bien se pone en marcha Bird , la magnífica biografía de Charlie Parker que el realizador hizo en 1988. "No hay segundas oportunidades en las vidas americanas" ( There are not second acts in American lives ). Hay un sinfín de interpretaciones alrededor de esta frase, que F. Scott Fitzgerald incluyó en El último magnate . Lejos de la crítica literaria, podríamos recurrir a ella desde un sentido casi literal para explorar ciertas derivaciones de una vida que bajo la superficie luce agitada, problemática, contradictoria. Una vida que no pertenece ni al novelista ni al músico citados más arriba, sino al artista que eligió usarla como encabezado de una de sus mejores películas. Al mismísimo Eastwood.Esta semana, un par de anuncios casi simultáneos devolvieron al primer plano la figura venerable, ilustre y cada vez más arrugada del hombre que a los 83 años ya tiene ganada para siempre la condición de último clásico de Hollywood. Un gran título nobiliario que hoy nadie discute, a menos que dejemos de lado la admiración que nos provoca su magnífica carrera como autor y entremos en su vida por otra puerta, que deja ver cosas ciertamente incómodas.Todo lo que Eastwood preferiría que no se supiera aparece en las 698 páginas de la biografía que Patrick McGilligan escribió en 1999. De la multitud de textos, estudios, semblanzas y análisis que convirtieron a Eastwood en uno de los autores cinematográficos más leídos y examinados de las últimas tres décadas, la biografía no autorizada de McGilligan (cuya versión española publicó Lumen en 2010) es la más consultada y la que mayor difusión ganó con su minuciosa descripción del lado más oscuro del héroe.Allí, McGilligan describe a Eastwood como un hombre bendecido por la fortuna que aprovechó al máximo su talento artístico y se valió de él para montar una "leyenda blanca" y esconder al mismo tiempo varios defectos: arrogancia, rencor, obsesión por el dinero y recalcitrante machismo. Un retrato descarnado y muy poco favorable que tranquilamente podría completarse con otro libro de flamante publicación, en este caso ligado a un tema que la mirada de McGilligan coloca en segundo plano: la política.Acaba de conocerse en Estados Unidos Double Down: Game Change 2012 , secuela del libro con el que Mark Halperin y John Heilemann contaron cómo el Partido Republicano...

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