Los dueños de la Quinta de Olivos. Cómo llegó a convertirse en la residencia presidencial

Vista aérea de la Quinta Presidencial de Olivos.

La gran novedad que maravilló a los vecinos de Buenos Aires, en 1739, fue la aparición de los aljibes. Ya no haría falta ir hasta el río o los arroyos que atravesaban el poblado en busca de la mejor agua. O la que proveían los aguateros, más apta para lavar o bañarse que para consumir. Un aljibe era garantía de agua fresca y cristalina. Claro que era un bien suntuoso y muy pocos podían acceder al privilegio de tenerlo. Los afortunados eran listados por los vecinos que les pedían un poco de ese manantial casero. El primer aljibe de Buenos Aires se instaló en las actuales Belgrano y Balcarce, en la casa del hombre más poderoso de la ciudad, Domingo de Basavilbaso.

Los terrenos de la familia Basavilbaso

Fue el encargado del correo marítimo y terrestre, también funcionario público y comerciante de peso, con clientes y proveedores en España y en Lima, la capital del virreinato de Perú, a la que pertenecían los territorios de la actual República Argentina. Su hijo, Manuel Basavilbaso, heredó la administración del correo y amplió los negocios de la familia. Y su fortuna.

La casa de Domingo Basavilbaso en la calle Belgrano. En el fondo, la iglesia de Santo Domingo. Tuvo el primer aljibe.

En 1779, cuando el aljibe cumplía cuatro décadas entre los porteños, Manuel compró una chacra ubicada a diecisiete kilómetros de la ciudad, "en el paraje de Monte Grande y costa de San Isidro". La Quinta Presidencial de Olivos forma parte del terreno que, durante 139 años, perteneció a los Basavilbaso y sus descendientes.

Vicente Azcuénaga, otro de los comerciantes fuertes de su tiempo, se casó con una hija de don Domingo. Rosa Benedictina Basavilaso. Tuvieron siete hijos, entre los que interesa mencionar a dos. El mayor, Miguel de Azcuénaga, patriota y miembro de la Primera Junta; y la menor, Ana Azcuénaga. Interesan a esta historia porque Miguel fue el heredero de la Chacra de Olivos , mientras que Anita —como todos la llamaban— sería protagonista de uno de los casamientos más sobresalientes en la aldea colonial. La joven, de dieciséis años, contrajo matrimonio con un militar de carrera al servicio de España, don Antonio de Olaguer y Feliu, de 44 años.

Unos años después, Olaguer se convirtió en virrey y entonces Anita fue virreina. Para más precisión, "la primera virreina criolla", copiando el título de la nutrida biografía que le dedicó Walter D’Aloia Criado.

La chacra de Olivos

Para los Azcuénaga, la chacra de...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR