El dramático aceleramiento de la conflictividad

Preocupados por el control de la calle: Milei, Bullrich y Pettovello en el departamento central de la Policía Federal el martes pasado, cuando se desarrolló la marcha del Polo Obrero

Era la madrugada del jueves y en el chat de los dirigentes de la CGT se apilaban mensajes de asombro y rechazo por el alcance del mega decreto de Javier Milei . "Nos cagó", se lamentó un experimentado dirigente que confiaba en una reforma laboral más light después de haber cruzado previamente mensajes con dos ministros importantes del gabinete. Fue un mazazo para los gremios enterarse por la letra chica del DNU las modificaciones en el régimen de las obras sociales, los obstáculos que les impusieron para recaudar la cuota sindical y los denominados aportes solidarios y las nuevas limitaciones al derecho a huelga. Para encontrar cambios de esta magnitud hay que remontarse a 1976, en dictadura militar. En democracia, no lo consiguieron ni la ley Mucci, ni la Banelco. Las fuerzas del cielo apelaron a la revolución del decreto.

"El Presidente nos pegó una trompada de callado, le tenemos que devolver con dos golpes: movilización el miércoles y paro al día siguiente", propuso el ferroviario Omar Maturano en la reunión de consejo directivo de anteayer. Su propuesta quedó neutralizada por el sector más moderado, que avaló una marcha a los Tribunales y sugirió esperar los coletazos que tendrá el decreto en la Justicia y en el Congreso antes de activar una huelga.

Antes de conocerse la normativa, en los días que les siguieron a las medidas de ajuste anunciadas por el ministro de Economía, Luis Caputo , la CGT había cerrado filas entre sus diferentes tribus para conservar un posicionamiento prudente y cauteloso . Darle tiempo y oxígeno al nuevo Gobierno a pesar de la amenaza de hiperinflación que se arrastra desde la gestión de Sergio Massa, el candidato presidencial que impulsaron ellos mismos.

Hubo dos argumentos consensuados entre los dirigentes para adoptar esta postura. Uno simbólico: tomar distancia de ese pesado estigma del sindicalismo antropófago, capaz de engullirse a cualquier gobierno que no sea peronista. "No queremos ser nosotros los que tiremos la primera piedra", metaforizó uno de los líderes cegetista. Hasta Hugo Moyano, con sus casi 80 años, evitó la semana pasada dar un mensaje combativo. La pasividad se comprobó el miércoles, cuando la CGT se limitó solo a cuestionar retóricamente el protocolo antipiquetes de Patricia Bullrich y evitó sumarse la...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR