Drama, competencia, romance y política: con Gran Hermano en el aire, no hace falta ficción en la TV abierta

La euforia de Santiago del Moro suma al clima avasallante del reality

Qué lejos quedaron aquellos primeros tiempos en los que se discutía si Gran Hermano ( GH ) era el mayor experimento sociológico creado por la televisión en toda su historia . No había pasado mucho tiempo desde que a Jan de Mol se le ocurrió, allá por 1999, transformar desde los Países Bajos en formato televisivo una fórmula irresistible para estimular secretamente al máximo dos conductas paralelas que confluyen de manera inexorable: la pulsión voyeurista del observador mediático y el deseo natural de mostrarse (o de exhibirse, si llevamos las cosas más lejos) por parte de quienes salen a conquistar fama y popularidad desde la pantalla.

En esas primeras experiencias, no lo olvidemos, el interés por GH en todas partes se concentraba en la compilación de videos con los "grandes éxitos" de los participantes más desinhibidos. Con ellos hasta podría escribirse parte de la historia (la que transcurre entre 2001 y 2011, con las primeras seis ediciones) de la versión local del programa. Algunos de los que quedaron bajo ese lente tan indiscreto, en vez de resistirse, aprovecharon la ocasión al máximo para integrarse con suerte dispar a la arena mediática.

Ahora pasa lo mismo, pero ya no se alienta como antes al televidente por seguir GH por la posibilidad única de seguir la intimidad de personas anónimas que con tal de que se hable de ellas en la tele consienten ser capturadas por la cámara en paños menores o en situaciones íntimas. Ahora resulta, como anunció con entusiasmo el conductor Santiago del Moro el lunes pasado , que GH es "el programa que ve la familia".

Los participantes del Gran Hermano 2023

Llegar a ser "celebridad", con todo lo que significa esa condición en semejante contexto, sigue siendo el máximo objetivo de todo aspirante a formar parte del universo GH . O de la "casa más famosa de la televisión". A esta altura, casi todos los competidores levantan ese propósito como ruidosa bandera. Renunciar por completo a la vida privada no es un obstáculo y ni siquiera un desafío, sino una necesidad. Un medio imprescindible para alcanzar el fin propuesto. Las cámaras dispuestas en todas partes y el micrófono que el participante debe llevar puesto hasta para dormir hacen el resto.

Lo que pasó en el medio es que aquella vieja alianza entre espectadores curiosos y participantes vanidosos ahora queda a la vista en un reality show que muestra por fin su verdadero sentido: GH...

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