Las dos orillas

El cruce de todo río ancho y caudaloso sorprende a veces en la mitad del cauce a quien lo emprende, con dudas acerca de si debe continuar la marcha o si es mejor retroceder a la orilla de partida. Es el instante en que están lejanas por igual. Se abandonó una, pues no había futuro en esas tierras, y se pensó que la travesía hacia la otra sería más fácil y mayor la recompensa al llegar. El dilema es tan viejo como el mundo, como lo es cualquier camino de cambio que se emprende.

Éste es un momento de efervescencia política en la Argentina. Si conseguimos examinar sabiamente la realidad del país, acaso comparándola con la de nuestros vecinos, o con países que supieron estar manifiestamente por debajo del nuestro, ejercitaríamos un sano criterio crítico y podríamos superar las contingencias que nos acucian.

Durante años, hemos elegido como nación apostar por el exacerbamiento del consumo. Lo hicimos sobre las bases falsas de que el clientelismo podría subsistir indefinidamente como parásito de las arcas del Estado. Ignoramos que, por definición, los recursos públicos, igual que los privados, son limitados. En ese tren de irracionales conjeturas, convertimos al Estado en el mayor empleador del país. El 40% de la población se alimenta de su mano. Eso ha aumentado en términos exorbitantes el gasto público y elevado el déficit fiscal total al 8 por ciento del PBI. La deuda pública en Lebacs es de 900.000 millones de pesos. ¿Cuándo y cómo comenzará a desactivarse una bomba financiera como ésa?

Los gobiernos han procurado enjuagar los problemas de tal índole con un sistema de impuestos asfixiante, tan al límite de lo posible que ha generado la retracción de la inversión privada en todos los niveles. Incluso, provocó que algunos establecimientos fabriles de origen extranjero se retiraran del escenario nacional. Pasamos de ser exportadores de gas y petróleo a importarlo en condiciones sumamente ruinosas desde los nefastos años del kirchnerismo. Como parte de una aventura irresponsable, repartimos tarifas de regalo, sin importar la gravedad de que se dejara de invertir en esos servicios a raíz de lo sucedido. No hubo más usinas, ni represas, ni caminos, ni puertos, y los pocos que había se deterioraron.

Los mentores de Maduro en el país prohibieron, en su hora de gobierno, exportaciones con mercados seguros, como fue el caso del trigo, del maíz, de la carne. En otros, se gravó el comercio exterior con tasas de magnitud absurda; es la que aún afecta las...

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