Dilemas del funcionario corrupto

Inspirado en la "teoría de los dilemas", trataré de explicar la relación que existe entre la corrupción, el lavado de dinero y la declaración anual de impuestos y bienes personales.

Imaginemos a un funcionario de gobierno que guarda en un lugar seguro un millón de dólares en efectivo, proveniente de sucesivos actos de corrupción. El primer dilema al que se enfrentará es: ¿conservo y/o consumo el dinero en el mercado informal o paralelo o someto el dinero a una operación de legitimación de activos? La primera opción es riesgosa. La mera movilización o acumulación de importantes sumas de dinero sin justificativo contable puede llamar la atención de terceros y ser la prueba misma de los actos de corrupción. A su vez, la segunda opción es más útil y necesaria, si lo que pretende el funcionario es transformar el producido de la corrupción en bienes tangibles, de valor monetario y ubicados en el mercado legal y regulado.

Por definición, el lavado de dinero se refiere al proceso de conversión de dinero proveniente de una fuente criminal A en activos derivados de una fuente legal B. Y la consolidación final del blanqueo resulta ser la contabilización y declaración de los bienes reciclados en declaraciones juradas de bienes e impuestos. Pero el proceso de lavado de dinero suele ser complejo y costoso, y por eso en muchos casos reservado sólo para especialistas en el arte del blanqueo.

Por esto, el segundo dilema del funcionario corrupto podrá ser: ¿estoy en condiciones de blanquear yo mismo los dólares acumulados o necesitaré de la ayuda técnica de terceros especialistas? Es natural que este segundo interrogante se resuelva en favor de delegar la tarea del blanqueo en profesionales con capacidad técnica y contable para concluir la operación de lavado con el mayor grado de sigilo, impunidad y anonimato posible.

Según el criminólogo Guy Stessens, de la Universidad de Cambridge, las operaciones de blanqueo permiten satisfacer dos incentivos básicos de cualquier criminal: primero, disfrutar de sus activos mal habidos mediante la compra de objetos de valor y lujo tales como motocicletas importadas, automóviles de alta gama, casas de veraneo o hasta aviones privados; segundo, invertir el producido del delito en negocios rentables económicamente, ya sea la compra de un hotel, un restaurante o una fábrica de calzado o invirtiendo en cualquier negocio bursátil. Pero veamos cómo juegan ambos incentivos (disfrutar/invertir) en el modo de contabilizar y...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR