Los dilemas que envuelven a Macri y a Alberto Fernández

Mauricio Macri y Alberto Fernández juegan una partida que les exige los dobleces de dos aficionados al póquer. En otras palabras: la encrucijada en que se encuentran acentúa los niveles de cinismo que caracterizan siempre a la política. Macri volvió a tropezar con una ley inflexible: los vaivenes de su imagen presentan una correlación casi perfecta con la estabilidad de los precios, que a la vez depende de la estabilidad de la moneda. En síntesis: Macri está pesificado. Cae o se recupera con el peso. Por eso no existe diferencia entre su objetivo de política económica y su objetivo electoral. Tal como lo sintetizó Hernán Lacunza, la prioridad oficial es evitar una corrida cambiaria. Es la condición indispensable para que Macri siga siendo candidato. El problema de este requisito es que le exige renunciar al núcleo de su mensaje electoral.Un factor importante de la volatilidad cambiaria es el temor de los agentes económicos a un reflujo populista. Para neutralizarlo, Macri ya no podrá presentar a Fernández como un sucesor irracional. Es decir, como el caballo de Troya de un desembarco de los sectores radicalizados del kirchnerismo. Tendrá que desistir de la explicación que ofreció al día siguiente de la derrota: el "mundo" castiga al que ganó. Esta es la paradoja. Si no quiere seguir perdiendo votos, el Presidente debe certificar el discurso al que apela su rival para seguir ganando votos.Debe adherir a la idea de que Fernández no es la máscara de Cristina Kirchner. Fernández se lo pidió con todas las letras: "Si querés que se tranquilicen los mercados, dejá de decir que conmigo nos volvemos Venezuela". La sugerencia dejó a Macri ante un problema de primera magnitud, porque esa caracterización nefasta es el principal argumento con el cual él pide el voto. Y no está claro que disponga de otro. Por eso la tarea de agitar el fantasma kirchnerista quedó delegada en Elisa Carrió y Miguel Pichetto, que no forman parte del Gobierno.Fernández también está atrapado en un dilema, con la ventaja de ser el triunfador. Varias razones le aconsejan serenar a los inversores. Una ya fue dicha: desmentir que, a pesar de ser candidato por un gesto mayestático de Cristina Kirchner, su proyecto es una regresión mercadofóbica. Hay otra menos evidente. Su esquema de poder supone licuar el apoyo de la expresidenta en una alianza con gobernadores que privilegian el orden. Entre otras cosas, porque han tomado deuda. Y un motivo más inmediato: una corrida contra el...

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