Los destinos de Iberoamérica

En 2012 habrá elecciones en Venezuela, México, Estados Unidos, Rusia, Francia. A la intensidad electoral del año por venir se anticiparán, el domingo 20, los comicios de España, llamados a ejercer influencia como pocos sobre el vasto ámbito latinoamericano.Nadie, ni los socialistas en el poder, atenúan el convencimiento general de que Mariano Rajoy, líder del Partido Popular, se hará cargo del nuevo gobierno español. Lo que nadie se atreve, en cambio, a arriesgar es si el triunfo de los populares será de una magnitud equivalente al de Felipe González en 1982, cuando su nombre arrastró al seno del Congreso de los Diputados a 202 candidatos del Partido Socialista Obrero. Con menos se consigue la mayoría parlamentaria absoluta, pero aun en medio del crédito que el PP parece tener al alcance de la mano eso es todavía un sueño, sin muchos apostadores.La sucesión de Rodríguez Zapatero por Rajoy es un enroque de partidos, pero también de estilos. Al margen de los convencionalismos en el grotesco argentino, los gallegos ?y Rajoy es uno de ellos? tienen acreditada en España la condición de astutos, prudentes. Mi amigo Guillermo Jacovella, que fue de joven estudiante argentino en España y luego destacado diplomático, va más lejos: sostiene que el pensamiento intelectual más sofisticado de España es gallego.Si se necesitaba una prueba asertiva de lo que es el genio gallego, basta tomar nota de la campaña electoral que el jefe del PP ha hecho casi sin abrir la boca para no mucho más que no fueran saludos. Abrirla, en estos tiempos tempestuosos para Europa, y nada se diga para España, hubiera sido un peligro mayor que asomarse en exceso a los acantilados que miran hacia el Atlántico.La historia contrafáctica, siempre discutible, invita a indagar qué habría ocurrido con el derrotero, al comienzo gestado con mayor dubitación de lo que han indicado las apariencias, de los líderes populistas que aparecieron en América latina con el siglo si se hubieran encontrado en España con una contraparte más madura, y emocionalmente menos adolescente, que la de quien llegó al poder con la onda expansiva de las trágicas explosiones terroristas en la Estación de Atocha, en marzo de 2004. Es como conjeturar que si en lugar de Rodríguez Zapatero hubiera sido Felipe González quien gobernara en estos últimos siete años a España, tal vez habría sido otro el cantar y otros los consejos y ejemplos impartidos a los amigos de América latina.Pero las cartas ya están jugadas y ahora ya ni se sabe...

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