Y mire señor: después se armo

AutorJuan José Mosca
Páginas119-120
119 Y MIRE SEÑOR:
DESPUES SE ARMO....
Siempre tuve mucha confianza
en el juicio oral. Aquello de la inme-
diatez es una realidad en ese proce-
dimiento. Yo solía decir que tratán-
dose de juicios, dormía más tran-
quilo cuando la sentencia era fruto
de un juicio oral. Particularmente, el
testigo habla con su propio lengua-
je, tanto en la palabra como en
gestualidad es difícil que un juez no
se dé cuenta si el testigo miente o
no. No es lo mismo la lectura de un
papel donde luce escrita una decla-
ración, en la que muchas veces,
quien la recibe no pone los términos
que el testigo emplea, le busca si-
nimos más decorosos, desvir-
tuando en ocasiones lo que real-
mente el compareciente quiso de-
cir. Recuerdo dos casos que marca-
n la diferencia de la que vengo
hablando: en un juicio escrito el
testigo había dicho en su declara-
ción: yo vi cuando lo hincó” y el
instructor había puesto: yo vi que

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