Después de la borrachera, una amarga resaca

Los últimos seis días podrían leerse como la triste y angustiante crónica de una resaca. La borrachera nacionalista duró menos de lo esperado y las amargas consecuencias de esa alegría delirante y de esa temeridad vacía llegaron como un calambre en el estómago y como un devastador dolor de cabeza. Una nueva encuesta de Poliarquía, realizada después del default más innecesario y original de toda la historia del capitalismo, registra una caída de seis puntos en la aprobación del manejo que tuvo Cristina Kirchner, quien, como en el juego de la oca, vuelve a retroceder algunos casilleros. Un análisis de los dos sondeos realizados antes y después del portazo de Nueva York revela que muchos ciudadanos aplaudían la tenacidad negociadora de la Presidenta, pero sólo en función de llegar a un acuerdo concreto. Cuando esta posibilidad fracasó, los números se desplomaron. Hoy casi el 80% de los encuestados quiere "seguir negociando" o directamente "pagar la deuda". Sólo el 13% coincide con el Gobierno, en cuanto a "mantenerse firme y esperar que los holdouts cedan su posición". Y el 68% de la gente presiente que todo esto impactará con dureza en la economía.La maldición económica, sin embargo, no espera fallos lejanos: cayó esta semana sobre el mamado y lo sacó de su ensoñación patriotera. Los empresarios en general (banqueros incluidos) y los industriales en particular, ya desgastados por la estanflación y el insostenible atraso cambiario, entraron en alerta máxima por señales de raigambre bolivariana emitidas desde Balcarce 50. Poco antes, los dirigentes de la UIA habían criticado las políticas oficiales y Kicillof los había mandado "al psicólogo". A continuación, el Gobierno sacó a relucir un proyecto para regular empresas y estatizar el mercado, que viene con olor a represalia y con el perfume rancio de la impotencia.Por otras razones, pero todas ellas vinculadas a la crisis, la Comisión de Enlace inició una ronda de reuniones con productores para preparar una fuerte protesta nacional. Los gremios de todos los pelajes (incluso varios oficialistas) confirmaron que evaluaban huelgas duras y hasta un paro general por la difícil situación salarial de sus afiliados. Y la Conferencia Episcopal denunció "la inestabilidad creciente que se manifiesta en despidos, suspensiones y cierre de fábricas".Iglesia, campo, industria, empresas, bancos y sindicatos. Comerciantes, empleados, obreros y consumidores. Y datos para el insomnio: en junio, la producción volvió a caer y lleva...

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